Thursday, December 2, 2010

Venciendo Tú Concupiscencia

La concupiscencia es el amor y apetito a las cosas terrenales. Es una atracción a lo que no es santo; a lo que Dios no aprueba. Cuando nuestra mente esta entenebrecida por deseos concupiscentes, las cosas de Dios no son deseadas; no llaman la atención. Es importante enfatizar que ni la razón ni la educación dominan o vencen la concupiscencia. Esta solo se domina y vence con las disciplinas espirituales y con las armaduras de Dios. Estas son las únicas defensas del creyente. Estas  son las únicas eficientes y suficientes armas para el creyente vencer los apetitos carnales.
Cuando hablamos de ‘venciendo tu concupiscencia’, nos referimos a que cada persona tiene su propia características, genéticas y personalidades que lo separan de los demás; su propia huellas digitales (como dice el dicho que cada persona ‘es un mundo’). Por consiguiente, cada individuo tiene su propias debilidades (no todos ‘cojeamos’ del mismo pie ni de la misma manera). Es necesario hacer un inventario, individual, de aquello que nos hace pecar. Aunque las armas para vencer la concupiscencia sean las mismas, la concupiscencia (s) que atormenta varía por individuo. Alguien puede padecer de un espíritu de celos, mientras que otro de un espíritu  deshonesto o de mentira. 
Para vencer la concupiscencia, lo primero que debemos hacer es someternos a Dios. Solo cuando estamos sometidos a Dios Su Palabra comienza a ministrar nuestra vida. La Palabra nos dice que el hombre natural/carnal (o sea no sometido a Dios) no puede entender las cosas espirituales porque estas solo se pueden discernir con el espíritu (1 Corintios 2: 14-15). Es necesario creer lo que La Palabra dice para que actúe en mí – “sin fe es imposible agradar a Dios”. 
Segundo, bajo ninguna circunstancia debemos discutir o dar lugar a los argumentos del diablo. Reconociendo las acechanzas y trampas de él. Todo el tiempo meditando en las Escrituras para combatir los dardos del maligno. Así como lo hizo Jesús en el desierto cuando enfrento las proposiciones de satanás con “escrito esta.”
Tercero, ejercitar el don de discernimiento de espíritu dado por Dios a todo creyente. Todo consejo que no se alineé a la Palabra de Dios es mentira y puede llevarnos a la destrucción.  La Palabra nos alerta acerca de aquellos que “están entre nosotros pero no son de nosotros”.  Siempre teniendo cuidado con la cizaña que va creciendo junto con el trigo.  Porque aquel que dice Señor Señor no necesariamente es de Dios. El discernimiento de espíritu nos ayuda a identificar si el consejo viene de Dios.  Recordemos cuando Pedro, con buena intención, quería impedir que Jesús padeciera. Jesús tuvo que reprenderlo (así muchas veces tenemos que reprender a nuestros hermanos en la fe). Pedro estaba hablando como satanás, no queriendo que Jesús cumpliera la obra redentora que se le había encomendado. Tenemos claro que Pedro no estaba al tanto de la misión de Jesús en la tierra, pero aun así, su consejo no fue sabio; de parte de Dios. También recordemos al profeta Balaán, cuando fue incitado por los enemigos del pueblo de Dios para que maldijera al pueblo de Dios. No podemos hacernos necios y pensar que el creyente está exento de fomentar malos consejos en su mente, incitados por el maligno. Un creyente con una mente concupiscente, aunque su exterior refleje santidad (satanás se presenta como ángel de luz también), puede corromper y entorpecer la obra de Dios y hacer que otro creyente se corrompa. El discernimiento de espíritu no solo nos ayuda a identificar un consejo malo de parte de un creyente, este nos ayuda en todo tiempo. Evitando que tomemos decisiones que nos pueden corromper/dañar, o que nos envolvamos y participemos en cosas no aprobada o sancionada por Dios.   
Es necesario que el creyente tome responsabilidad de sus actos y sea honesto consigo mismo. Honesto referente aquello que le atormenta (que le induce o conduce actuar como el mundo actúa) y que le impide presentarse a Dios aprobado; aquello que le impide buscar la presencia de Dios, o el querer acercarse a Dios en intimidad.  Aquello que lo incita a pecar. Siendo honesto contigo mismo y reconociendo tus debilidades es un  paso importante para ganarle la batalla a tu  concupiscencia. Reconocer que somos débiles en nuestra naturaleza natural y que vamos a tener luchas constantes- hasta que Cristo venga por Su iglesia- nos mantiene siempre en guardia, alertos y listos para la batalla. El creyente no puede estar en un estado de adormecimiento, tranquilo. Siempre hay batalla que librar. Existe  un famoso decir: el cristiano si no está en una prueba, va a entrar a una, o está saliendo de una. Satanás siempre esta alerta, observando el creyente que está conforme con su vida o que está tranquilo. Cuando esto sucede, el diablo toma ventaja y nos puede hacer tropezar. No solo hacer tropezar, sino incitarnos a caer en el pecado de una manera tan profunda que se nos haría difícil volver a levantarnos. Esto parece contradictorio a lo que dice las Escrituras de que debemos tener gozo y paz. Es cierto que debemos vivir con gozo y en paz, confiando que si permanecemos en El, tendremos vida eterna y nos sentaremos y cenaremos con El (Apocalipsis 2:7). Vivir alerta a la realidad que vivimos en este mundo terrenal, no quiere decir que no tenemos paz.  En realidad lo que estamos haciendo, estando alerta a las asechanzas del diablo, es cuidando “esta salvación tan grande”.
Las Escrituras nos ensenan a orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).  Ella misma nos alerta en 1 Pedro 5:8 que satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar.  Si el enemigo de Dios, el cual es también nuestro enemigo, no descansa trabajando día y noche maniobrando acechanzas y emboscadas para arrastrar al creyente a vivir como el mundo vive, de la misma manera el creyente debe estar constantemente alerta para que en el nombre de Jesús y con la ayuda del Espíritu Santo combatir los dardos del enemigo y evitar caer en las redadas del enemigo.  Dios Padre envió a Su Hijo Jesucristo al mundo no para que el mundo pereciera sino para que el mundo fuera salvo por El.  Los cristianos son la sal de la tierra, la luz del mundo. Esto no se le puede olvidar al creyente. No se le puede olvidar que es una nación santa escogida por Dios, comprada con la sangre de Cristo. ¿Cómo el mundo va a creer en Jesucristo si los mismos creyentes están viviendo como el mundo vive? El cristiano debe vivir en santidad, que el mundo desee tener lo que él tiene. No debe parecerse al mundo, sino que el mundo quiera parecerse a él.  Jesús dejo en nuestras manos la predicación del evangelio, ¡a toda criatura! ¡Qué responsabilidad nos dejó el Maestro! No le fallemos, El confió en que lo podemos hacer, que lo podemos lograr en Su Nombre y con la ayuda del Espíritu Santo. Hermano te invito aborrecer los apetitos carnales del mundo y enamoramos de Jesucristo y Su Santa Palabra.  
                                                                                                                                                                                 
                                        “Sin Santidad Nadie Vera al Señor"

1 comment:

  1. Este mensaje ha ministrado mucho mi vida, he entrado en una prueba que no pensé que me tocaría, y no es casualidad que haya buscado en google "como vencer la concupiscencia". gracias, Dios lo bendiga.

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Cristiano Maniquí

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