Wednesday, February 12, 2014

Amor Filial


Uno de los frutos de la salvación es la filiación en Cristo. Jesucristo formo una nueva familia, ¡la familia cristiana! En la salvación también recibimos el ingrediente del amor ágape, un amor sin condición ni restricción. Un amor que se interesa por el bienestar de otros, piensa en el bien y gozo de los demás antepuesto al personal. Ese es el amor que todo nacido de nuevo en Cristo debe poseer y mostrar. Este amor debe ser una señal de todo cristiano. Testificamos de Cristo en nosotros cuando mostramos amor ágape. La diferencia entre el Samaritano, el Sacerdote y Levita fue la muestra del amor incondicional (leer historia del samaritano en Lucas 10:30-37). Al samaritano no le importó quien era el herido, lo que hizo que ayudara al extraño prójimo fue el amor que llevaba dentro. Este no limito la ayuda, al contrario, la extendió fuera de su vista. Este pudo haber entregado el herido al doctor y desentenderse puesto que el herido ya estaba en buenas manos, pero decidió ayudarlo hasta que obtuviera la sanidad completa.  Si este samaritano, que no conocía de Jesucristo  y Su sacrificio en la cruz ejercía el amor ágape, ¿cuánto más nosotros los nacidos en Cristo no vamos a mostrar y ejercer ese amor?
Vivimos en un mundo que enfatiza la individualización. Promulga la superación personal y motiva satisfacer el yo…engrandecer el ego. Este da valor a las posesiones y por consiguiente valora al individuo de acuerdo a lo que posee. Lo superficial (exterior) es lo que llama la atención y lamentablemente muchos de los cristianos nacido de nuevo se han envuelto en ese oleaje. Estos comentan que ‘La Salvación Es Individual’ usando los pasajes bíblicos para justificarse (Ezequiel 18:20; Deuteronomio 24:16). Este tipo de cristiano se preocupa muy poco de los demás y si estos alcanzan salvación. Están ensimismados y usan esta frase para justificar su conducta de no evangelizar ni defender la fe cristiana. Pero gloria a Dios por el remanente que ha recibido sabiduría y revelación del Espíritu Santo y está haciendo el trabajo de la comisión Jesucristo mando hiciéramos (Marcos 16:15).

El pasaje bíblico en Hechos 3 muestra el amor filial en acción, pero a la misma vez muestra el amor individual. Si leemos este pasaje cuidadosamente entenderemos el mensaje espiritual que este brinda. Esta es la historia de un paralitico que estaba adyacente a la entrada del templo pidiendo limosna y la actitud de los que entraban al templo. “había un hombre, cojo desde su nacimiento, al que llevaban y ponían diariamente a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban al templo” (v.2). Este paralitico era llevado DIARIAMENTE a la entrada del templo…el templo donde los feligreses iban a orar y dar culto a Dios!  Este paralitico pedía limosna a LOS QUE ENTRABAN al templo. Quizás se postraba allí esperando que alguno tuviera misericordia y lo entrara hasta adentro, pero siempre lo dejaban afuera del templo. Quizás algunos le echaban una moneda, otros a lo mejor estaban cansados de mirarlo ahí siempre que iban al templo y por lo tanto lo ignoraban y ya no le daban limosna. Quizás para otros este era un problema y lo esquivaban y se iban por otra entrada del templo. Otros quizás lo juzgaban y le decían que por su pecado estaba paralitico. Podemos deducir varias opiniones, pero la verdad es que este hijo de Dios era omitido/desentendido por sus mismos hermanos; por su propia familia en la fe. Ninguno de los que entraban al templo fijó sus ojos en él.
Pedro y Juan hicieron la diferencia. cierto día Pedro y Juan subían al templo a la hora novena, la de la oración. Y había un hombre, cojo desde su nacimiento, al que llevaban y ponían diariamente a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban al templo. Este, viendo a Pedro y a Juan que iban a entrar al templo, les pedía limosna. Entonces Pedro, junto con Juan, fijando su vista en él, le dijo: ¡Míranos! Y él los miró atentamente, esperando recibir algo de ellos. Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, más lo que tengo, te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda! Y asiéndolo de la mano derecha, lo levantó; al instante sus pies y tobillos cobraron fuerza, y de un salto se puso en pie y andaba. Entró al templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios, 10 y reconocieron que era el mismo que se sentaba a la puerta del templo, la Hermosa, a pedir limosna, y se llenaron de asombro y admiración por lo que le había sucedido.

¿Cuantos hermanos en la fe existen paralíticos y nadie le ayuda? Ninguno fija sus ojos en ellos ni le da la mano para ayudarlos a pararse y recobrar fuerzas. Esas fuerzas que necesitan para entrar en el templo y gozarse y regocijarse en Cristo. Esos hermanitos que siempre están pidiendo oración por lo mismo a veces le son de molestia a muchos, y aquellos que no llegan a la iglesia son olvidados y se le cataloga como rebeldes. Porque mejor no hacemos como hicieron Pedro y Juan, darle a esos hermanos la mano para que sean sanados, restablecidos y puedan gozarse en la salvación Cristo Jesús les dio. El amor ágape filial nos lleva a preocuparnos por los perdidos, los descarriados, los enfermos, los encarcelados, los abusados, los abandonados, todos aquellos que de una forma u otra están paralíticos y no pueden entrar en el templo por sí mismos. Pedro y Juan le dieron a ese paralitico lo más preciado que tenían, a Cristo! Nosotros también tenemos a ese Cristo que Pedro y Juan tenían…Vamos a darle a Cristo a esos paralíticos y entrarlos a Su Reino!

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