Friday, January 23, 2015

La Gloria de Dios Deja El Templo

“12 Y un hombre de Benjamín corrió del campo de batalla, y llegó aquel mismo día a Silo, con sus vestidos rotos y polvo[g] sobre su cabeza. 13 Cuando llegó, he aquí que Elí estaba sentado en su asiento junto al camino esperando ansiosamente[h], porque su corazón temblaba por causa del arca de Dios. Así pues, el hombre fue a anunciarlo en la ciudad, y toda la ciudad prorrumpió en gritos. 14 Cuando Elí oyó el ruido de los gritos, dijo: ¿Qué significa el ruido de este tumulto? Entonces el hombre se acercó apresuradamente y dio la noticia a Elí. 15 Elí tenía noventa y ocho años, sus ojos se habían cegado[i] y no podía ver. 16 Y el hombre dijo a Elí: Yo soy el que vine del campo de batalla. Hoy escapé del campo de batalla. Y Elí preguntó: ¿Cómo fueron las cosas, hijo mío?17 Respondió el que trajo la noticia y dijo: Israel ha huido delante de los filisteos, además ha habido gran matanza entre el pueblo, también han muerto tus dos hijos, Ofni y Finees, y el arca de Dios ha sido tomada. 18 Y sucedió que cuando mencionó el arca de Dios, Elí cayó de su asiento hacia atrás, junto a la puerta, se rompió la nuca y murió…”1 samuel 4:12-18

Cuando la Gloria de Dios deja el templo ocasiona tumulto y caos en la vida del individuo. El Espíritu Santo que mora en el individuo deja esa casa y esta queda desolada, a riesgo de que entren espíritus peores de lo que instigaron el pecado. Gritos de desesperación, caídas inesperadas, mente perturbada y hasta la muerte física acecha.
La Gloria de Dios mora en templos vivos, por lo tanto, cada persona es responsable de que esta permanezca activa. En el Antiguo Testamento, el Arca representaba la presencia de Dios en ese lugar. Esta presencia era exclusiva donde el Arca era depositada. Lo cual conllevaba que toda persona en ese lugar fuera bendecida por la presencia de Dios. A la misma vez, si alguien pecaba, todo el pueblo era castigado. La presencia del Arca no hacia distinción de persona. El pueblo se quejo ante Dios de que todos sufrían el pecado y desobediencia de algunos. Presentaron ante Jehová escenas o ejemplos de personas obedientes sufriendo la ira de Él, porque otros habían pecado y desobedecido Su orden. No veían justo este dilema (Ezequiel 18). Entonces Jehová escucho al pueblo y tomo caso en el asunto. Ezequiel 18:19-20 relata el edicto proclamado por Dios: 19 Y vosotros decís: “¿Por qué no carga el hijo con la iniquidad de su padre?” Cuando el hijo ha practicado el derecho y la justicia, ha observado todos mis estatutos y los ha cumplido, ciertamente vivirá. 20 El alma que peque, ésa morirá. El hijo no cargará con la iniquidad del padre, ni el padre cargará con la iniquidad del hijo; la justicia del justo será sobre él y la maldad del impío será sobre él.
La presencia de Dios deja el templo cuando este se vuelve abominable. Dios no puede morar en lugares donde el pecado mora de manera abundante. Es diferente pecar y arrepentirse de corazón, que pecar y sentirse culpable, por el momento, sin haber arrepentimiento genuino. El que siente culpabilidad con el tiempo tiende a volver al pecado, y este comportamiento se hace rutinario. Abusando así de la Gracia de Dios en su vida. Con el tiempo el Señor se cansa y Su ira se manifiesta. Isaías 1:11-14 expone el cansancio y fastidio de Dios ante un pueblo que pecaba y desobedecía en desmedida, a conciencia, luego venia al sacerdote a ofrecer ofrendas de ‘culpabilidad’ a Dios. Este pueblo empalago a Jehová con sus arrepentimientos vanos. 11 ¿Para qué á mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.12 ¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis á presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?13 No me traigáis más vano presente: el perfume me es abominación: luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades.14 Vuestras lunas nuevas y vuestras solemnidades tiene aborrecidas mi alma: me son gravosas; cansado estoy de llevarlas. 1 Samuel 15: 22-23 igualmente expresa lo que le agrada a Dios y la consecuencia que acarrea el desobedecerle atrevidamente. Dios no puede ser burlado. El que Su misericordia este presente no significa que no castigara el pecado, especialmente aquel que peca a conocimiento de esa misericordia, así abusando de ella.
        El que peca deliberadamente esta a riesgo de que la Gloria de Dios lo abandone. Hebreos 10 advierte las consecuencias que le vendrían al que peca adrede; aquél que continua pecando a conciencia. “26 Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados,27 sino cierta horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de consumir a los adversarios. 28 Cualquiera que viola la ley de Moisés muere sin misericordia por el testimonio de dos o tres testigos. 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha hollado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha tenido por inmunda la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ha ultrajado al Espíritu de gracia?” (26-29).
          Estos versículos de Hebreos hablan por sí mismo. Mejor es arrepentirse de corazón y pedir ayuda al Espíritu Santo, el cual está dispuesto ayudarnos a vencer la concupiscencia que nos atrae a pecar deliberadamente, que perder la presencia de Dios en nuestra vida.  Cuando el Espíritu Santo se va del hombre, como le paso al rey Saúl (1 Samuel 15), solo queda una horrenda sensación de culpa que abruma, y si no hay arrepentimiento genuino, de corazón, hasta hace que el hombre vuelva a su pocilga, y hasta la muerte física.
Todavía hay tiempo, la misericordia de Dios te esta alcanzado al leer este material. No desaproveches esta oportunidad, podría ser la última que recibas. Mi oración es que atienda a esta advertencia para que no sufras el dolor de la separación del Espíritu Santo de tu vida. El mundo no vale la pena, seguir a Cristo y obedecer los mandamientos de Dios, eso sí es lo bueno del hombre. Hacer esto trae paz espiritual pero sobre todo ¡paz con Dios!

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