“Y LLAMÓ Jacob á sus hijos, y
dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los postreros días.2 Juntaos
y oid, hijos de Jacob;Y escuchad á vuestro padre Israel” (Genesis 49).
Normalmente padres y guardianes planifican pasar ‘cosas’ materiales como herencias. Colectan muchos objetos y finanzas considerando es lo que necesitamos para vivir una vida ‘mejor’ a la que quizás ellos vivieron. Esto no es erróneo, si pensaran también en la herencia espiritual; la impartición de lo espiritual. Así como Jacob, que antes de morir, pensó en la impartición de profecías a sus hijos (las 12 tribus).
Heredamos de nuestros padres lo genético (físico etc.), pero también actitudes y caracteres que aprendemos de ellos: cómo reaccionan ante las adversidades, como se comunican, hasta lo que comen y visten. A veces, algunos tratan de abandonar y desligarse de tales aprendizajes, ya que no coinciden con la época del momento, pero cuando lo intentan o logran, se le llama rebeldía, puesto que no ‘hacemos’ o ‘compartimos’ lo de nuestros progenitores.
Heredar hábitos y genes de nuestros guardianes puede afectar tanto de manera positiva como negativa, depende como se despliega. Muchos aprenden de sus progenitores hacer diferencias entre razas, mientras que otros aprenden lo contrario, no hacer distinción de personas, tienen sentido de igualdad para todos. Algunos se extreman y consideran los animales igual a la raza humana. Personas disque casándose y teniendo relaciones con animales.
Contrario a heredar es impartir. Esta última considera algo más profundo y duradero. Enfatiza y refuerza lo espiritual. Cuando impartimos, depositamos en el corazón, el Alma y el espíritu. Por lo tanto, muchos consideran, basado en la falta de humanidad que existe en nuestro contorno, que este género es lo que está faltando en nuestro tiempo. Con esto, formando una generación interesada solamente en LAS COSAS y no en lo espiritual. Aunque tenemos como cierto y entendido que lo espiritual es lo que perdura, aún continuamos enfocándonos en dejar herencias materiales. Por lo tanto, el resultado lo estamos observando en la generación que nos preside. No hemos dado el valor ni la importancia a la impartición de lo espiritual; no estamos dando la importancia que esta merece y nuestros hijos, nietos están siendo programados para cosas terrenales, lo que perece. Cuando solo nos enfocamos en dar lo material, se disminuye el aspecto espiritual.
La impartición de cosas espirituales es lo duradero. Debemos impartir a Jesucristo, el Evangelio, la Palabra de Dios, la necesidad de tener el Espíritu Santo y lo del Reino Celestial. Se pueden hacer las dos cosas (herencias materiales) sin olvidarnos de lo más significativo de la herencia, la impartición de lo espiritual. El tiempo nos pasa afanando en conseguir bienes materiales para dejarles a nuestros hijos o seres queridos, y luego estos lo desparraman en un instante (ya que no lo trabajaron). Sin embargo, cuando impartimos el carácter de Jesucristo a nuestros hijos, ellos disfrutarán de vida espiritual y verán las posesiones como una forma para continuar la expansión del Reino de Dios; la predicación del Evangelio.
Nuestra generación no está valorando al Dios de la Creación, pero a lo creado; valoran lo que pueden ver y observar. Podemos considerar esta generación como la generación de Tomas, que solo creen lo que pueden ver. Una generación que camina en la imaginación de su corazón y dioses creados por sus antepasados. Dioses como el dinero, posesiones, ideas de inmortalidad, reconocimientos y halagos.
¿Qué le estamos impartiendo a nuestros hijos, a esta generación? Solo se cosecha lo que se planta. Vamos a plantar a Jesucristo en las mentes y corazones de los que vienen detrás de nosotros para que estos continúen impartiendo a los que vienen detrás de ellos.