I Juan 5:18 es un versículo que ha sido comentado por muchos comentaristas-eruditos bíblicos y teólogos. Entre los mismos comentaristas existen diferentes perspectivas al respeto. Algunas versiones Bíblicas y las más contemporáneas (ej. Biblia de Referencia Thompson-VRVR60) escribe este verso de la siguiente manera: “Sabemos que todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado….” Todos sabemos que mientras más traducciones existen, más se altera la original. La Palabra nos dice “Todo lo que es nacido de Dios vence el mundo…” (1 Juan 5:4). La Palabra es clara con respeto a las características de Dios, El cual es Santo, Santo, Santo. Nos instituye además que sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). El apóstol Juan, siendo el que más enfatiza nuestra identidad como ‘Nacido de Dios/Hijo de Dios’, nos clarifica la diferencia entre el Espíritu de Dios y el espíritu del anticristo. El nos dice que todo aquel que permanece en El (en Cristo), no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido (1 Juan 3:6). El que peca es del diablo….todo aquel que es nacido de Dios, no peca, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (v.9). Como podemos observar y leer en Las Sagradas Escrituras, el apóstol Juan hace énfasis acerca de lo mismo en diferentes capítulos y versículos. Con esto podemos deducir que el apóstol buscaba resaltar la importancia de esta frase y mensaje, insistiendo que lo que es nacido de Dios no puede pecar.
Muchos creyentes no pueden percibir ni recibir el concepto de ‘no peca’ porque lo están tratando de entender en su propio razonamiento. Cuando vivimos en el Espíritu podemos entender las cosas espiritualmente. Por lo tanto, un creyente que no vive en el Espíritu, no podrá discernir lo espiritual de este pasaje Bíblico. Si hemos nacido de Cristo somos nacidos de Dios y si decimos ser nacidos de Dios, no podemos pecar. Entonces, ¿por qué pecamos? La Palabra nos dice que todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. ¿Por qué somos arrastrados por los deleites del mundo? Quizás porque el Señor no es realmente quien reina en nuestra vida. Mientras el YO tenga dominio sobre nosotros, vamos de seguro a pecar. Cuando podamos decir lo que dijo el apóstol Pablo “ya no vivo YO más Cristo vive en mí”, entonces habremos alcanzado la madurez para vencer al mundo y sus deleites. Mientras tanto, vamos a ser esclavos y no hijos.
Muchos han creído y confesado a Jesucristo sólo de labios pero su corazón está lejos de Dios. Romanos 10:9 enfatiza la necesidad de creer con el corazón para justicia. La Palabra nos manda a discernir los espíritus porque muchos espíritus son engañadores. Muchos confiesan a Cristo de boca para cumplir con una promesa hecha a alguien por emoción o por manipulación. Lamentablemente, para su propia perdición, sus corazones no están conectados con la confesión. Por consiguiente, sus frutos rebelan lo que en realidad son y no hubo convicción en la declaración de fe. Arrepentimiento significa cambio de vida. Por lo tanto, si una persona que ha confesado a Cristo sigue viviendo su vida de la misma manera, es una evidencia que no hubo convicción en él.
Para poder vivir una vida en santidad, como Dios nos demanda, es necesario vivir en el Espíritu. Debemos tener una experiencia personal con Cristo. El apóstol Juan en su primera epístola nos habla de la experiencia personal que tuvo con Cristo y dice “Yo le vi, yo le sentí, le oí, le toqué”. Sin una experiencia personal con Cristo, sin comunión con Cristo, sin unidad con El, sin El habitando en nosotros y nosotros en El, nunca podremos vencer el mundo con sus tentaciones. Si permitimos que el alma gobierne al espíritu, estaremos siempre a riesgo de pecar. Lo contrario, cuando el espíritu es quien reina nuestra vida, no vamos a caer en el pecado. Jesús decía que en los negocios de su Padre le era necesario estar. ¡Cuanto más nosotros debemos estar en los negocios de nuestro Rey para no caer en tentaciones y pecar! Cristo es nuestro refugio, nuestro escudo, nuestra defensa, nuestro escondite, nuestra fortaleza y nuestro ayudador divino. En El tenemos providencia protectora. En su Nombre hay poder para hollar a nuestro adversario el diablo. En Apocalipsis 3:21 el Señor nos recuerda que al que venciere se sentará con El en Su trono, así como El venció y está sentado con el Padre en su trono. Apocalipsis está lleno de promesas divinas para el que venciere al mundo. Así que nuestra meta es vencer usando las armaduras y haciendo uso de la autoridad y potestad que Jesucristo nos dejó y nos dio para vencer al mundo con sus tentaciones. Por eso debemos estar en la presencia de Dios todo el tiempo, andando en el Espíritu. Cuando le damos el merecido lugar a Dios en nuestra vida, como nuestro Señor, Su presencia nos fortalece para resistir la tentación.
Uno de los que decidió no contaminarse fue Daniel. Muchos dirían que él decidió no contaminarse específicamente con la comida del rey. Si lo miramos en un sentido espiritual, no contaminarse con la comida del rey seria lo mismo que no contaminarse con la comida del mundo. Son diferentes comidas, pero el efecto es el mismo – abominación a Dios. José fue otro que decidió no pecar. En Génesis 39:9 podemos leer el pasaje donde José contiende con la esposa de Potifar porque ella quiere que José traicione a Potifar acostándose con ella. Observamos la respuesta de José en la ultima parte del versículo cuando le responde “… ¿como pues haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” José no dijo pecaría contra Potifar, sino contra Dios. Así hay otros ejemplos en las Escrituras donde otros siervos de Dios prefirieron enfrentarse a la muerte que pecar contra las ordenanzas de Dios. ¡Cuanto más nosotros, la iglesia de Jesucristo, que tenemos con nosotros el Espíritu Santo que nos fortalece! Al igual que aquellos en la antigüedad, debemos tomar la decisión de no contaminarnos con el mundo, de no violar las ordenanzas de Dios. Nuestros hermanos en la antigüedad también vivían en un mundo de corrupción, un mundo que le ofrecía tentaciones y que promovía el deleite carnal (ej. Sodoma y Gomorra). Ellos no fueron diferentes a nosotros. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos DECIDIERON en su CORAZON servir a Jehová en espíritu y en verdad. Cuando le servimos a Dios en espíritu y en verdad, el Espíritu Santo nos fortalece para mantenernos limpios delante de Dios y no violar sus estatutos.
Muchos se amparan en lo que dice las escrituras de que no hay aun uno que no haya pecado, no hay justo, ni aun uno (Romanos 3:9-18) para cometer sus transgresiones. Es cierto que todos hemos pecado. Pecado es toda transgresión contra las ordenanzas de Dios. Un ejemplo de esto lo tenemos en Moisés. Moisés, quien según Las Escrituras conoció a Dios cara a cara (Deuteronomio 34:10) y trató de santificar a Dios todo el tiempo de su trayectoria con el pueblo de Dios. En un momento de ira, al final de su trayectoria no santificó a Dios haciendo lo contrario a lo que Dios le ordenó. El no santificar a Dios es una desobediencia, por lo tanto Moisés no entró a la tierra prometida (Deuteronomio 32:51). Por eso es necesario el dominio propio para no pecar. Al pecado original sólo la sangre de Cristo lo puede vencer. Esa naturaleza pecaminosa que nos dominaba, ahora puede ser aniquilada por la sangre de Cristo. Gracias le damos a Dios por nuestro Señor Jesucristo, que nos libró del pecado universal y nos transportó con El, en Su resurrección, a una nueva vida en El, una vida en la cual el pecado no tiene ya dominio. Lamentablemente, muchos abusan de la gracia de Dios y siguen cometiendo transgresiones. El apóstol Pablo en Romanos 6:1 nos dice “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. ¿Por qué los que hemos muerto al pecado, como viviremos aun en él? (v.2). Eso es lo que hacen muchos en este tiempo, abusar de la gracia de Dios para continuar pecando. El apóstol Pablo nos recuerda que hemos muerto con Cristo al pecado y que somos hombre nuevo en El por medio de Su resurrección. Así también nosotros andemos en vida nueva (v.4), sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con El, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (v.6). No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (v.12). El apóstol nos exhorta a “no presentéis vuestro miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” En su primera carta a los Corintios él les expresa que deben tener dominio propio ante el apetito de la carne y el deseo de lascivia, ya que todas las cosas son lícitas, más no todas convienen (6:1ª) porque estamos unidos con Cristo. El cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor (6:13). Nuestros cuerpos son miembros de Cristo y no del pecado. Somos templo del Espíritu Santo (6:19). Entonces, siendo miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo, ¿cómo pues pervertiremos nuestros miembros y el templo para contaminarlo con nuestras transgresiones? Somos propiedad divina, templos espirituales, por lo tanto debemos glorificar a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu. Dios nos ha provisto todas las armaduras para resistir “en el día malo” (Efesios 6:13) y así no contaminarnos en y con el mundo. Las Sagradas Escrituras nos dicen que “el pueblo perece por falta de conocimiento”. Por consiguiente, si queremos conocer como mantenernos en santidad delante de Dios, debemos leer lo que nos dice La Biblia al respecto. Nos gusta leer comentarios bíblicos y libros escritos por hombres para motivarnos, pero que mejor que la misma Palabra de Dios para conocer los secretos de El.
1 Juan 5:18 ha sido extensamente comentado debido a su valioso contenido. Muchos han dado su opinión respecto al versículo, mientras otros, eruditos de la Palabra, han dado su propia interpretación. Es un versículo de mucha discusión debido a su importancia y significado para el vivir cristiano. El apóstol Juan le habla a la iglesia y nos incita a guardarnos para no pecar. Nos presenta el carácter de Dios, el conocimiento personal de Cristo y como ese conocimiento nos constriña a vivir en santidad.
Algunos de los comentarios sobre este versículo bíblico hecho por algunos eruditos de la Palabra son:
1. El comentarista John Wesley explica 1 Juan 5:18 de la siguiente manera:
Sin embargo esto no es para que nos motivemos a pecar. En lo contrario, esta es una indiscutible verdad, aquel que es nacido de Dios - que mira y ama a Dios. No peca – mientras que esa venerada fe permanece en él, él no habla ni hace nada que Dios ha prohibido. El se mantiene en oración y mientras él hace esto, el malvado no lo toca – para dañarlo.
2. Mathew Henry comenta acerca del versículo usando la Nueva Versión Internacional:
“Sabemos que el que es nacido–el que ha sido engendrado-de Dios no continua entregado al pecado-no peca, en presente de indicativo; el que fue engendrado de Dios le preserva, y el Maligno no le puede echar mano” (NVI). Juan vuelve aquí a unos de sus temas favoritos: el que ha nacido de nuevo posee una nueva naturaleza, la naturaleza divina, pues has nacido de Dios y, por tanto, no puede continuar habitualmente entregado al pecado. En cuanto a la segunda frase el que ha sido engendrado de Dios se cuida de no pecar-con la gracia de Dios, por supuesto. En efecto, el diablo puede tocar – como en el caso de Job- al creyente, pero no lo puede sujetar, retener ni llevárselo.
3. El Dr. Constable nos dice acerca del versículo:
Juan afirma que la naturaleza básica de uno que tiene a Dios como su Padre espiritual no es la pecadora. Por otra parte debido a que el nuevo hombre en Cristo posee la naturaleza sin pecado de Cristo, Juan podría decir que Cristo lo mantiene alejado del pecado. Además, Satanás no puede tocarlo. Evidentemente Juan repite esta verdad fundamental debido a que la gente siempre se comporta en armonía con lo que ellos creen que son. Nuestro comportamiento como cristianos será más santo cuando nos veamos a nosotros mismos como hijos de Dios en vez de como hijos del maligno.
Estos y otros eruditos de la Palabra expresan su propia opinión del versículo. La interpretación bíblica por el hombre, es la que ha contribuido a todas las diferentes denominaciones. Incluso, en el pueblo cristiano, la iglesia de Jesucristo, existen divisiones debido a las interpretaciones que le damos a los pasajes bíblicos. El único que puede dar iluminaciones y revelaciones de una Palabra o pasaje es su intérprete. El único que puede rebelar la esencia del escrito es su autor. En La Biblia, es El Padre. El Padre, mediante el Espíritu Santo y a quien El le place, da iluminación de Su Palabra “para la edificación de la iglesia”. La iluminación de Dios nunca confunde ni trae divisiones. El hombre, en su propio entendimiento es quien entorpece lo de Dios. La Palabra de Dios debe ser lámpara a nuestros pies (Salmo 119:105). Dios desea que leamos Su Palabra en el espíritu para que podamos entenderla. Si la leemos con el entendimiento nunca podremos entenderla. La Palabra de Dios no es de interpretación privada. Dios se ha rebelado a Su pueblo por medio de ella. En ella esta la verdad de Dios. El que quiere conocer a Dios debe leer Su Palabra diariamente. Ella no trae confusión al creyente, pero debemos pedirle, humildemente, al Padre que nos rebele lo escrito para nuestra edificación y libertad. El Señor dice que “conoceréis la verdad, y la verdad te hará libre”. La Biblia habla claramente quien es esa verdad, Jesucristo, el Hijo de Dios.
El apóstol Juan nos insiste a tener comunión con Dios para no practicar el pecado. Diferentes versiones bíblicas escriben el pasaje de 1 Juan 5:18 de diferente forma. Sin embargo, todas tienen en común el que aquel que ha nacido de Dios, no peca o no practica el pecado. Aquel que ha creído que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios (1 Juan 5:1). Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, de inmediato adquirimos la naturaleza divina, la cual nos va ayudar a no pecar. Para eso es necesario tener intimidad con Dios. En la intimidad, nos envolvemos tanto en trabajar para El, que el mundo con sus deseos, no nos atrae más. Jesús estaba envuelto en los negocios de Su Padre, “en los negocios de mi Padre me he necesario estar”, dijo Jesús. Nosotros también nos he necesario estar en los negocios de nuestro Padre para no transgredir las ordenanzas de Dios.
Podría afirmar que ningún creyente desea infringir las ordenanzas de Dios. Firmemente creo que todo creyente que viene a Cristo desea servirle en espíritu y en verdad, tener una íntima relación con El. Me atrevo a declarar que cualquier creyente que lee el versículo de 1 Juan 5:18 se constriñe y a lo mejor pensaría que no es hijo de Dios porque aun es esclavo del pecado. Si el versículo te redarguye estás en el sentir de Dios. Dios desea que Su pueblo se interese por lo que a El le interesa, la santidad y andar en santidad. Sería muy fácil para nosotros, los creyentes, aceptar el concepto de salvos siempre salvos y darle rienda suelta a la carne. Lamentablemente no es así. Hay un precio que pagar si queremos vivir en santidad. Ese precio es morir a nosotros para que Cristo viva en nosotros. Cuando Cristo vive en nosotros y es quien domina nuestro vivir, no vamos a servir al pecado. Cristo nos guarda del maligno y nos protege contra las acechanzas de Satanás. Pero, ¿qué estamos haciendo nosotros? ¿Estamos envueltos en las cosas de Cristo o simplemente estamos jugando a ser cristianos? ¿Servimos a Cristo porque le amamos o por conveniencia? En nosotros esta el contestar estas preguntas. Tal vez en las respuestas a estas preguntas descubriremos porque aún somos esclavos del pecado cuando Cristo nos libertó de el, quitándole todo dominio sobre nosotros. De algo estoy segura, que 1 Juan 5:18 me dice: “Sabemos que el que es nacido de Dios, no practica el pecado” (RV60).