Rutina
y acomodamiento está afectando la Iglesia hoy día. El gobierno y gabinete por
herencia es un factor que esta dominando los ministerios. La rutina y vanas
repeticiones desagradan a Dios, de igual forma la asignación de cargos por
sucesión. Debido a esto, muchas veces Dios estremece el individuo o la
congregación. Esto no es decir que Dios no designa sucesión. La misma Biblia lo
afirma, pero es el Espíritu mismo quien lo hace, no el hombre. En estos
tiempos, lamentablemente, el hombre se ha tomado la liberación y autoridad de
asignar ministerios por herencia. Tantos ministerios sin Unción en este tiempo
no es más que el resultado de Dios no estar presente en las decisiones del
ministerio, incluyendo asignación de trabajos. Estos ministerios están en
desobediencia porque Dios no es quien gobierna.
Ministerios
donde Dios no reina, ni se permite al Espíritu Santo ministrar están secos, y la
mayoría de su membrecía son huesos secos; miembros mediocre, donde tienen que ser
maniobrado para que adoren y se involucren en las actividades de la
congregación. Los servidores de tales
ministerios no están sirviendo por amor o compasión, lo hacen por estatus o
reconocimiento. Mientras que otros por el salario que reciben. No adoran en
espíritu y verdad, y levantan las manos, en medio del servicio, por costumbre, manipulación,
o se le ordena.
La doctrina sana esta evaporándose y las
enseñanzas bíblicas están siendo adulteradas por la nueva ola de enseñanzas y
entendimientos de raciocinio. Algunas de las reuniones santas son para
manipulación. En ese instante el corazón y deseo del hombre es que dirige. Los
temas de la Comisión de la Iglesia,
el Arrepentimiento, la Salvación, la Santidad raramente se escuchan. Algunos incluso opinan que “eso era
para el pueblo de Israel, no para la Iglesia.” A tal magnitud ha llegado la
corrupción y contaminación a la Iglesia de Jesucristo que los ministros están
permitiendo y aceptando abominaciones y aberraciones. Insurrección, divorcios,
fornicaciones, adulterios, homosexualismo están surgiendo mas frecuente en la
Iglesia. Y esto no es solo entre los miembros, sino los ministros y líderes son
parte de esta conducta. La Unidad, lo cual el Maestro enfatizo, es un tema del
olvido. En estos tiempos es cuando más insurrección vemos surgir.
La
Iglesia debe ser testimonio del amor de Jesús. Reflejar ese Amor en toda ocasión.
Esta no debe ser Almática, tiene que mostrar a Cristo en todo su caminar. Pero penosamente
esta ensimismada. Satanás la tiene durmiendo y confundida. Ha perdido su
prioridad y en vez de ser motivo que otros lleguen al Camino, está siendo
piedra de tropiezo al Evangelio. Muchos no vienen al arrepentimiento porque la
Iglesia no se distingue del mundo; no está haciendo la diferencia; no es
deseada por el mundo que se pierde. La tecnología ha reemplazado el uso antiguo
de la lectura bíblica. Y no solamente la
nueva generación en la Iglesia no conoce los Libros Bíblicos, y como están
distribuidos en la Biblia, también la vieja generación se está acomodando a esa
ola. La Biblia está acumulando polvo en rincones, ya que el uso tecnológico es “más
versátil y conveniente.” En los servicios de culto a Dios, no sabemos si los
asistentes/miembros están testeando, mirando el facebook, tweeting, etc., o si
en realidad están leyendo el versículo de la enseñanza/predicación. No seamos fatuos,
Dios no puede ser burlado. Su Ojo (el Espíritu Santo) recorre la tierra y mira
el proceder del hombre. ¡Gracias a Dios por Su Gracia y Misericordia y a
Jesucristo por ser el Abogado intercesor delante del Padre! De otra manera hubiéramos
sido consumidos.
La
Iglesia necesita regresar a las SENDAS
ANTIGUAS. Esas sendas que llevaron a los discípulos a entregar sus
vidas. A estos no le importo ser arrestados, apedreados, golpeados y hasta
morir por la Verdad que conocieron y recibieron del Maestro. El amor que motivo
a estos hombres y mujeres debe estar en nosotros, la Iglesia de este ciclo. El tiempo
es cambiante, pero la Iglesia y sus principios no deben nunca jamás cambiar.
Dios es el mismo de ayer, hoy y para siempre, de igual modo la Iglesia debe
ser. No ser cambiante a los tiempos, mucho menos adaptarse a la temporada. Esta
debe continuar la misma visión para que fuera fundada. Las estaciones pueden
cambiar, pero la visión y comisión de la Iglesia nunca. Debemos volver a las
sendas antiguas, ser la Iglesia Jesucristo emprendió para que continuara el
trabajo El empezó.
Jesucristo
está llamando a Su Iglesia a que regrese a Él. “Tanto amo Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el
que crea en el no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo
al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio del él. El que cree en
el no será condenado…” (Juan 3:16-18ª v. Biblia de América). El trabajo de
la Iglesia es continuar presentando a Jesucristo para que todos vengan a Él
para perdón de pecado y gocen de vida eterna. En Mateo 28:18-20 Jesús se dirigió
a sus discípulos con estas palabras: “…Dios me ha dado autoridad plena
sobre cielo y tierra. Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos
para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensenándoles a poner
por obra todo lo que les he mandado…” (Versión Biblia de América). La misión
universal de la Iglesia es clara y especifica. Jesús no envió la Iglesia a envolverse
en políticas del mundo. Lo cual puede acarrear olvidarse de Su propósito en la
tierra. El mandato es exclusivo y determinante, no se cuestiona ni modifica,
solo se obedece. La Iglesia debe ir por todo el mundo proclamando a toda
criatura la buena noticia de salvación (Marcos 16:15 parafraseado). Esa es su misión,
no envolverse en las cosas del mundo, dejándose llevar de la corriente
pecaminosa este embriaga. La Iglesia está llamada a ser ungida, llevando la
buena nueva a los pobres, a sanar a los de corazón destrozado, a proclamar la liberación
a los cautivos y a los prisioneros la liberta, esa libertad que solo se adquiere
creyendo en Cristo Jesús.
¡Regresa
a tu Amado Iglesia y recuerda tu gran comisión!