El mismo Sr. DeGolyer relata que luego se dio cuenta
de su desvío “me encontré deslizándome fuera del lugar donde yo era un simple
hijo de Dios enamorado de Jesús a construir este gran ministerio”.
Lamentablemente, muchos ministros no regresan a su primer amor como hizo él, y
se quedan envueltos en el ministerio. Volver los ojos a la relación con Dios es
fácil, cuando primeramente se ha creado una íntima relación con El. La
experiencia del Sr. DeGolyer es un buen ejemplo de lo importante que es tener
una relación con Dios antes de entrar en cualquier ministerio. La relación con
Dios debe profundizarse primero antes de pertenecer a un ministerio. Esta fue
la razón de porque al Sr. DeGolyer le fue fácil regresar a la relación y no
perderse en el ministerio. Ahora, si empezamos un ministerio sin antes haber
establecido una íntima relación con Dios, tanto el ministerio como nuestra vida
cristiana están en peligro. David, antes de ser rey, tenía una íntima relación
con Dios. Dios conocía el corazón de él. Las Escrituras nos dicen que David
tenía un corazón conforme a Dios (Hechos 13:22). Adoraba a Dios con sus
instrumentos, pero primeramente con el instrumento del corazón. Se enfrentó al
gigante Goliat, no porque creía en su propia fuerza, sino porque sabía quien
era el Dios de Israel, lo conocía íntimamente. Ese celo hacia Dios le hizo
sentir coraje contra el ejército de Israel por la falta de confianza de que
Dios le iba a dar la victoria sobre los filisteos. Le tuvieron miedo al gigante. Luego tuvo
coraje aún más con Goliat por insultar al Dios de los ejércitos de Israel (1
Samuel 17). Ahí se manifiesto la íntima
relación que David tenía con su Dios. No había en el miedo ni temor. Había sólo confianza y seguridad. Esto sólo
se deriva al tener una intimidad firme con alguien. La cercanía de David con
Dios comenzó mucho antes de su llamado, su ministerio y su reinado.
Muchos ministros se relacionan con la iglesia por el
prestigio de una posición eclesiástica y no por el interés de conocer a Dios, mucho
menos de tener una relación con El. El corazón de ellos está alejado de Dios. Debido
a su falso llamado, vemos a muchos ministros caer en pecado fácilmente. La
verdadera intención de ellos, no era acercarse a Dios, sino crear una imagen de
cercanía a Dios. Con eso cuidaban su imagen de santidad pero su corazón estaba
atado al orgullo y su único interés era su imagen. De esos son los que el Señor
Jesús hablaba cuando nos hablaba de los falsos pastores y pastores asalariados.
Sus obras siempre salen a la luz, reflejadas en el pecado. Esto no debe ser
motivo de asombro porque El Señor mismo nos habla de los diferentes lugares
donde cae la semilla. Una semilla cae en tierra buena y otra en tierra mala. La
que cae en tierra buena dará buenos frutos y la que cae en mala tierra, no va a
dar frutos durables. “Por sus frutos los
conoceréis” (Mateo 7:16). Saúl, primer rey de Israel es un ejemplo de esto.
El no quería perder el prestigio con los hombres. Saúl prefería complacer al
hombre, satisfacer los deseos de su ejército antes que obedecer a Dios. Les
daba más importancia a ellos y a su opinión que a la opinión y mandato de Dios.
Basado en el comportamiento de Saúl, era indiscutible que le interesaba más su
reputación frente al pueblo que su relación con Dios (1 Samuel 15:24). Saúl es
un ejemplo vivo de un cristiano sin relación con su Creador. Siempre que
hablaba con el profeta Samuel referente a Dios, le decía “háblale a tu Dios”. Saúl valoraba su reinado y nunca estableció una
relación de intimidad con Dios. Como consecuencia a esto, se le hacia fácil
desobedecer a Dios ya que no existía una intimidad con El. Sus prioridades eran
manifestadas en sus decisiones y en sus frutos.
Contrario a Saúl tenemos a David. La Biblia nos señala que cada uno de estos
reyes pecó. Saúl en continua desobediencia a las órdenes de Dios y David en su
adulterio y en su asesinato. Cuando Saúl fue confrontado por el profeta Samuel
por su pecado, sus palabras fueron “he
pecado; hónrenme ahora, por favor ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel,
y vuelvan conmigo…” (1 Samuel 15:30). Contrario a Saúl, David, el sucesor
de Saúl, al ser confrontado por el profeta Natán por su pecado (2 Samuel
12:1-14) lo que le preocupaba no era su trono sino su relación con Dios (Salmo
51). Por lo tanto David fue perdonado porque busco restaurar la relación con
Dios mientras que Saúl fue rechazado porque buscó la restauración del trono.
Abraham, otro hombre en la Biblia, por su fe es
llamado “el padre de la fe”. Abraham desarrollo
una relación de intimidad con Dios. No podemos decir tener fe en Dios si no
establecemos una relación con El primero. No podemos obedecer genuinamente a
alguien sin que exista una cercana relación con la persona. Esto no se refiere a la obediencia a los
jefes, lo cual es una obediencia condicionada. Más bien a la obediencia por
amor y respeto. Abraham ofreció a Isaac en el altar. Isaac es un ejemplo de
bendición y ministerio. Isaac era el hijo de la promesa. Abraham lo ofreció en el altar como Dios le
indico. ¿Cree usted que Abraham hubiera puesto a Isaac en el altar, como obediencia
a Dios, sino hubiera tenido una íntima relación con Dios? ¿Lo haría usted si
Dios se lo ordenara? Nuestras decisiones
en las pruebas revelan la magnitud de nuestra relación con Dios y la altura de
esta relación. Génesis 22:3-10 habla de todo lo que Abraham tuvo que preparar,
ordenar y arreglar para llevar acabo la ordenanza de Dios y traer a Isaac al
altar. Esta caminata no fue de un día. La Biblia menciona que al tercer día
alzo Abraham sus ojos y vio el lugar de lejos. Como madre puedo imaginar lo que
estaba sufriendo el corazón humano de Abraham. No se hace mención en la biblia
que Abraham le conto la encomienda de Dios a Sara. Abraham estaba sufriendo la
encomienda solo. Su confianza estaba
puesta en Dios. Isaac era el corderito que su padre llevaba al matadero. Este pasaje es mencionado porque muchas veces
cuando Dios nos manda una prueba, oramos para que la prueba pase rápido. A
veces quisiéramos dormir el tiempo de la prueba para no sentirla. La palabra
nos muestra como Abraham vivió cada momento de su prueba y la vivió con decisión
y descanso. Abraham sabía en su corazón, porque tenía intimidad con Dios, que
El iba a proveer de un cordero, que no iba a ser su hijo. Abraham le creía a
Dios y en la promesa que Dios le había dado sobre su hijo Isaac. Abraham le
dijo a sus siervos en Génesis 22:5“…esperad
aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y
volveremos a vosotros”. ¡Que palabra de fe y de confianza dicha por el
siervo de Dios! Esa seguridad solo se alcanza cuando existe una unión con el
que promete. Dios le prometió a Abraham
que su descendencia, por el pacto, iba a ser como la arena del mar. Abraham
creyó y creyó con el corazón. Su fe en Dios le concedió el titulo de padre de
la fe. Abraham amaba a Isaac pero más amaba su relación con Dios.
Otros ministros empiezan bien, como nos habla Jim DeGolyer
de su experiencia personal. Estos ministros comienzan con una visión ligada a la
de Cristo pero en el transcurso del camino se desvían de la visión. A veces lo
que sucede con estos hombres llamados por Dios, es que aun no han crucificado
su YO. “No podemos encontrar la plenitud de la voluntad de Dios hasta que no
permitamos que nuestro YO y MI mueran en la cruz” (TiempoDeVictoria). Cuando nos desviamos de la visión podemos aun
caer en la apostasía. Nuestro corazón se puede ensoberbecer de tal manera que se
nos hace difícil, o aún más hasta ya no podemos regresar al Camino. Es muy
importante que todo ministro primeramente desarrolle una intima relación con
Dios mucho antes de empezar el ministerio. Ministerio sin intimidad con Dios
significa fracaso. Seriamos címbalo resonante. Fuera de la Vid los frutos no
pueden producirse. De acuerdo al Sr.
DeGolyer, para una persona llegar a ser un buen discípulo debe haberse primero
enamorado de Jesús. “El tiene que percibir la belleza de la vida que hay en
Jesús y lo que ésta nos ofrece para que él no quiera nada más”. Los discípulos
de Jesús, no solo aprendían del Maestro, sino que experimentaron vivir con
Cristo. Pablo en Filipenses 3 considera todo lo que había adquirido
anteriormente como perdida por el conocimiento de Cristo. Para Pablo, conocer a
Cristo fue más importante que todo lo que obtuvo antes de ese encuentro. Consideró
su conocimiento vano y sin importancia al decir “y lo tengo todo por basura,
para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8). Cuando Pablo tuvo un encuentro con “el
Mesías”, el Mesías pasó de ser una teoría a algo viviente.
El liderazgo de la iglesia tiene una gran
responsabilidad cuando enseña a los nuevos creyentes. La falta de conocimiento
que la iglesia actual tiene de Jesús se debe primeramente al enfoque a lo
didáctico que en llevar a los nuevos creyente a tener una experiencia viva con
Jesús. Muchas iglesias enseñan mucho conocimiento teológico y se olvidan de
enseñar la importancia de la íntima relación con Dios y lo que ésta conlleva. Muchas
ideas erróneas han surgido por la falta del conocimiento de Cristo y su
sacrificio en la cruz. Escasamente se escucha predicar de Jesús y de la sangre
de Cristo. La sangre de Cristo no es un tema de prioridad en las predicaciones
y estudios de la iglesia actual. Los nuevos creyentes deben ser instruidos en
el conocimiento de Cristo, el significado de la cruz y de la sangre de
Cristo, y de la importancia de la
intimidad con El. Por la falta de conocimiento de Cristo la iglesia perece.
En las iglesias se le da mucho énfasis a la
socialización de tal manera, que esta toma precedente en la vida del cristiano.
Cristo y su sacrificio en la cruz dejan de ser el tema principal. Es importante
recordar que aún la bendición más grande de este mundo no es más que basura comparada
con la excelencia de tener una intimidad con Dios. No debemos permitir que el
ministerio tome precedente a la intimidad con Dios. Es bueno recordar, sin intimidad
con Dios el ministerio fracasara.