(Juan
4:4-26)
El
pasaje de Juan 4 del 4-26 relata el encuentro de la mujer Samaritana con Jesús.
A Jesús “le era necesario pasar por Samaria” (v.4). ¡Qué hermoso que el Maestro
se interesa por UNA alma! ojala
todo Predicador, Pastor, hijo de Dios tuviera ese sentir; ¡el sentir que hubo
en Cristo! Predicar sin importar la cantidad de personas, ni el lugar de la
predicación. La predica de este pasaje bíblico es una de las más influyente, significante
predicas dada por Jesús. Es aquí donde ¡El revela su identidad! Jesús se acerca
a una mujer, pero no solamente a una mujer, sino a una ¡samaritana! Y se dio a
conocer a ella; El revelo su secreto íntimo a esta mujer no aceptada por el Sanedrín.
Jesús rompió todos los parámetros sociales ya que los samaritanos y judíos no
se llevaban entre sí. ¡Que predica/mensaje de poder fue el que el Maestro
predico en esta historia bíblica! Y se la predico a ¡UNA
SOLA PERSONA!
El
Cristo de la gloria vino a la tierra, dejando Su casa, familia, gloria para
reconciliar al hombre con Dios mediante Su sacrificio en la cruz ¡Único
sacrificio aceptado por el Padre! No existe otro camino o sacrificio para
reconciliar al hombre con Dios...SOLO la sangre de Jesucristo lo hace posible!
Jesús
se humillo y vivió en humildad por amor a la humanidad. El no escatimo Su propia
vida para congeniar la relación entre Dios y el hombre. Jesucristo es el
ejemplo perfecto de amor y humildad. ¿El Maestro serle necesario pasar a salvar
un alma? Jesús preparo el ambiente (enviando a Sus discípulos a comprar alimento)
para estar a solas con esta hija de Abraham que necesitaba ser liberada, sanada
y restaurada. En realidad Él no tenía
hambre física, sino hambre espiritual, hambre de ministrar esa vida. Esto se observa
cuando los discípulos regresaron y Él no comió y le respondió: “Entre
tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.32 Él
les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.33 Entonces
los discípulos se decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer?34 Jesús
les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su
obra” (Juan 4:31-34). Jesucristo siempre estuvo, mientras vivo en el
planeta tierra, y aún continúa intercediendo al Padre por la humanidad;
deseando que todos vengan al arrepentimiento y se añadan a la familia del Reino
Celestial. Por lo tanto, el Salvador del mundo, Jesucristo, haría lo que fuera
necesario por la salvación de UN alma.
Algunos
no quieren predicar a una audiencia pequeña. Solo le interesa cuando son
invitados a grandes audiencias. Estos muchas veces cambian el mensaje el Espíritu
Santo le ha dado de antemano cuando se dan cuenta que no hay muchas personas
presente. Contrario a esta actitud es Jesucristo. Él desea que tratemos toda
audiencia con el mismo anhelo y alegría, así como Él le predico y se revelo a
la samaritana. Nunca sabremos a quien predicamos. Pueda ser que le estemos
predicando a un Pablo, Isaías, Jeremías, Abraham, Jacobo, Josué, Samuel, etc. Rara
vez sabemos los resultados de nuestras predicas; de ese mensaje el Espíritu nos
llevó a enseñar. Debemos ser sensibles
al espíritu y ver cada persona como necesitada de una ministración del Espíritu.
Sin importar que se esté predicando a
una audiencia de pastores, ministros, siervos, ovejas, gobernantes, príncipes, de
ambulantes, etc. Todo estamos en necesidad de una ministración y visitación personal
del Espíritu Santo. Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo insta a un mensaje,
aunque en ese momento no observemos o se testifique del resultado del mensaje
en las vidas de los oyentes/audiencia, debemos proseguir con la misma energía y
entusiasmo. El Espíritu es el único que sabe la necesidad personal de todo
oyente presente. Dejémonos guiar por el Espíritu y no permitamos que la mente divague
a nuestro propio entendimiento. Satanás lo
que desea es contristarnos y desanimarnos para que no continuemos llevando el
mensaje de Jesucristo a las vidas, para arrepentimiento, sanidad, liberación, edificación
y consagración. Siempre tengamos en cuenta que la Palabra leída NUNCA retorna vacía.
El Espíritu se encarga de hacer que esta actúe en el necesitado. Solo prediquemos
el mensaje de Jesucristo, a una o millares de personas, con el mismo amor, pasión,
entusiasmo, carisma y dedicación, sin importarnos la cantidad o calidad de los
oyentes. Jesús nos encomendó llevar Su mensaje, sembrar la semilla, ¡el Espíritu
se encarga de producir los frutos!
¡Prediquemos el mensaje del Maestro
sin cesar ni mirar a quien!