Éxodo 3:7-9
“Dijo luego Jehová:
Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor
a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he
descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra
a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel… El
clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he
visto la opresión con que los egipcios los oprimen.”
Dios
es amor, justicia y misericordia. El conoce la aflicción de cada individuo. Nada
es oculto de Él. El Creador anhela Su creación; desea darle las maravillas El diseño
y ordeno antes de su creación. El Padre aún espera ver Su creación realizada
como El anticipo antes de la caída del hombre. Él no ha abandonado Su creación,
ni se ha dado por cansado hasta verla establecida. Por eso usa al hombre para
que trabaje con El en este proyecto. El dueño de la creación nunca la dejara a manos
de aquellos que desean verla destruida: satán y sus demonios.
Antes del hombre sentir carga en su corazón por ciertas personas, naciones o situaciones, esa carga, angustia, aflicción ya estaba en el corazón de Dios. El hombre por sí solo no puede sentir el tipo de carga Dios siente por Su creación al menos sea dado por Dios e impulsado por el Espíritu Santo. Dios diseño al hombre a Su imagen y semejanza, pero infortunadamente el hombre contamino esa creación al desobedecer a Su Creador, por consiguiente haciéndose vulnerable al infierno. El Espíritu Santo es quien coloca en el corazón del hombre esa carga Dios desea este comparta con El. Dios deposita sus cargas en el hombre para que este trabaje junto con El, lo que muchos conocen como llamado.
Cada persona nace con una encomienda de parte de Dios. Esa encomienda es notable desde la niñez. Unas se acentúan más que otras, a tal punto que son obvias al ojo humano. El carácter o personalidad es algo que no puede ocultarse. Dios designa a cada individuo de acuerdo la encomienda. Como dice La Escritura algunos son llamados apóstoles, otros maestros, evangelistas, etc. (Efesios 4:11) para capacitación y edificación del cuerpo de Cristo. Así como en el cuerpo hay diferente miembros, cada uno usable para ciertas tareas, de igual modo es cada individuo, nacido para cumplir una misión específica para la realización del proyecto de Dios. Al final de la tarea cumplida, “siervos inútiles somos” (Lucas 7:10: Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos). Este concepto es muy necesario e importante para el caminar cristiano ya que evita la vana gloria del ego reconociendo que SE TRATA DE CRISTO no del hombre el hacer el bien o de hacer lo encomendado por el Padre.
Para el hombre sentirse realizado es inminente que entienda el propósito por el cual fue creado; la encomienda con la cual nació. Hasta que esto ocurra, este siempre sentirá vacío y sin propósito personal. Solo en Dios podemos encontrar el motivo de nuestra existencia. El Espíritu Santo está disponible y con gran disposición de revelarle al hombre el propósito de su nacimiento. Cuando esto ocurra, no andaría más como nómada porque habrá un entendimiento firme y seguro de su existencia. Esta revelación daría lugar al fruto espiritual: amor, gozo (satisfacción, alegría, deleite a la vida) paz, paciencia, mansedumbre, confianza, seguridad personal, entendimiento de las diferencias de carácter y personalidades, etc. Estos frutos espirituales no tienen precio. Son estos frutos lo que el ser humano día a día busca obtener y poseer. Pero solo se encuentran en la revelación existencial. Lo cual muestra que nacimos para trabajar con La Trinidad en el proyecto divino de restauración de la creación: ¡Vivir con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo eternamente!