"Mas tú ¿por
qué juzgas á tu hermano? ó tú también, ¿por qué menosprecias á tu hermano?
porque todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo.11 Porque
escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que á mí se doblará toda rodilla, Y toda
lengua confesará á Dios.12 De manera que, cada
uno de nosotros dará á Dios razón de sí" (Romanos 14:10-12).
"Porque es menester que todos nosotros parezcamos
ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho
por medio del cuerpo, ora sea bueno ó malo" (2 Corintios 5:10)
Al final de los tiempos; de la
tierra, Cristo ejercerá varias funciones, dos de ellas tienen que ver con cortes.
El cristiano comparecerá ante el Tribunal de Cristo. En ese momento nuestra
recompensa será determinada. Los que estarán en ese Tribunal, verán a Cristo,
no como Juez, sino como Salvador. Contrario al Juicio final, donde TODOS
compadeceremos para atender el juicio de Dios, conocido como el Juicio del Gran
Trono Blanco (Apocalipsis 20:11), y los incrédulos verán a Cristo como Juez. El
juicio final no es para condenación, sino para sentencia: “Y el
que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de
fuego” (Apocalipsis 20:15)
Durante nuestra vida en la
tierra, el hombre decide si condenarse o salvarse. Juan 3:16-18 claramente especifica
lo necesario para no tener condenación final: 16 Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.17 Porque
no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el
mundo sea salvo por él.18 El que en él cree, no es condenado;
mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito
Hijo de Dios.
Muchas personas elijen vivir
en los placeres y deleitarse de esta tierra, pero al final de sus días, cuando
se dan cuenta que todo ha sido “vanidad de vanidades” le
llega descontento al corazón. Aunque, a lo mejor tengan la oportunidad de entender
el Evangelio y aceptar a Cristo, la tristeza de no haber tenido una vida mas fructífera,
en Cristo Jesús, sigue en su alma. Eclesiastés 12:1 exhorta vivir en las riquezas
del Reino de Dios y Su Gracia y Misericordia en Cristo Jesús: “Y
acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los malos
días, y lleguen los años, de los cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento.” El hombre
percibe las cosas de Dios abstracta, por lo tanto, las defines inexistentes.
El verdadero deleite y placer está
en Jehová y en obedecer Sus Mandamientos. Salmo 37:4 nos anima a deleitarnos en
nuestro Padre Celestial y veremos los deseos de nuestro corazón concebir. ¿No
es eso lo que desea el hombre, poseer las añadiduras? El evangelio de Mateo
6:33 expone que, si primeramente buscamos las cosas del Reino de
Dios, todo lo demás será añadido (parafraseando). Nuestro Padre Celestial desea
llover bendiciones celestiales para Sus Hijos (aquellos que han creído en
Su Hijo Jesucristo y Su sacrificio en la Cruz). Lamentablemente, muchos
optan por los deleites terrenales, viviendo para satisfacer lo de afuera (el
cuerpo). Satanás, el enemigo de Dios, los mantiene entenebrecido y cegados, obsequiándoles
cosas que perecen, así los mantiene atados a los placeres terrenales.
El hombre fue creado a imagen
y semejanza de Dios. La Escritura declara que Dios es espíritu, el que le sigue debe servirle en espíritu (Juan 4:24), por lo tanto, las cosas de Dios no se
pueden percibir con los ojos; en lo físico. El hombre que vive en los placeres
del mundo no puede divisar; no puede entender. 1 Corintios 2:14 expresa: “Pero
el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque
para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.”
Deseo subrayar,
que no solamente los incrédulos y rebeldes tienen mentes entenebrecida, sino también
aquel que llamándose “cristiano” vive doble vida; aturdidamente sirviendo dos
jefes. También los tibios, de doble ánimo, tendrán que dar cuenta a Dios. La
Biblia declara en varios versículos: “la obra de cada uno se hará
evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada;
el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno”
(1 Corintios 3:13); “…esperad hasta que el Señor venga, el
cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de
manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su
alabanza de parte de Dios” (1 Corintios 4:5). “Así,
puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”
(Apocalipsis 3:16).
Todavía
hoy la Gracia y Misericordia de Dios, en Su Hijo Jesucristo, puede alcanzarte.
Tu Incrédulo,
Rebelde o cristiano de doble ánimo, ordena tu vida hoy, mientras lee estas
palabras, porque llegara el día, que no esperas (como en los días de Noe
o Sodoma y Gomorra), y solo te quedara esperar el Juicio del Gran Trono
Blanco, donde serás sentenciado por tu incredulidad, rebeldía, inestabilidad,
lo cual es falta de fe y convicción en Cristo y Su sacrificio en la Cruz. Arrepiéntete,
confesa tus faltas y pídele al Espíritu Santo que te ayude con tu fe y convicción.
Dios no rechaza un corazón arrepentido.
Cual será tu destino: ¿El Tribunal de Cristo o el Gran Trono Blanco?
Tú decides…