“Ya
no creemos en El por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le
hemos oído y estamos convencidos de que Él es verdaderamente el Salvador
del mundo" (Juan 4:42b BLA).
En el
capítulo 42 de Job (versos 1-6) leemos la respuesta de Job a Dios, “…de oída te
había oído, mas ahora mis ojos te ven…” Estos versículos revelan que Job no tenía
una relación personal con Dios. Job conocía al Dios de Israel solo de lejos. Al
igual que Job, Jacob conocía al Dios de sus padres por herencia, pero no había tenido
un encuentro personal con ese Dios. Hasta el versículo 30 del libro de Génesis
cuando Jacob dijo “Y llamó Jacob el nombre de
aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”
entonces Jacob conoció al
Dios de sus padres. El alma de Jacob fue librada solo hasta después de ese
encuentro. Conocemos la historia de Jacob, el engañador, mentiroso, etc. Pero,
después de ese encuentro, Jacob fue un nuevo hombre, y pudo encontrarse con su
hermano Esaú y pedirle perdón. Hasta ese
momento, Jacob lo que pensaba era como escaparse del enojo de Esaú. Planificando
sus propias estrategias para conseguirlo. Existen otros pasajes bíblicos donde
encontramos hombres, que aunque conocían de Dios, no conocían a Dios en un carácter
personal; no habían tenido un encuentro personal con Dios. Unos de estos son Moisés, también Samuel,
Abraham, etc. Desde la creación, la intención de Dios era de tener una relación personal con Su creación. La mujer Samaritana, después de tener un encuentro personal con el Mesías, su vida cambio. Ella había escuchado que venía el Mesías, pero no tenía entendimiento de la magnitud de su aparición. Según su propio relato, ella vivía una vida en pecado, en fornicaciones y adulterios. Pero al encontrar al Salvador del mundo, recibió su liberación personal. No como ella pensaba y esperaba, que el Mesías vendría a libertar la nación de Israel, el Salvador trajo libertad personal a su vida. Después de obtener su liberación, la samaritana corrió a compartir su experiencia, el evangelio, con sus hermanos samaritanos. Estos le creyeron y vinieron a buscar a ese ‘Hombre’ del cual la samaritana hablaba. Al encontrarse personalmente con Jesús y confirmar el reporte de la samaritana, expresaron: “Ya no creemos en El por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y estamos convencidos de que Él es verdaderamente el Salvador del mundo.” Estos al tener su propia experiencia con el Maestro, ya no creían por oída sino por experiencia personal…tuvieron su propio encuentro con Jesús.
Al
igual que la Samaritana, existen muchos que conocen la existencia de Cristo,
pero aún no han tenido su encuentro personal con El. Pasan tiempos en la
iglesia, sirviendo y adorando a un Dios que solo conocen de oídas o por
herencia (padres, familias, amigos cristianos). Jesús le dijo a la Samaritana
que el Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y verdad (Juan 4:23
parafraseado). Para adorar al Padre en “espíritu y verdad” esto conlleva una relación
propia con El. Sin un encuentro íntimo con
Jesucristo, seguiremos siendo los mismos
en carácter y pensamiento. La única diferencia es que el alma se liberta al albergar
a Cristo. También en esa aceptación y reconocimiento de Cristo el espíritu del
hombre comienza a llenarse del Espíritu Santo, para ser receptivo a Él y Sus enseñanzas.
Las cuales lo llevan a ser ese varón perfecto, a la imagen de Cristo.
Podemos
tener años diciendo que somos cristianos, pero si nuestro testimonio no
concuerda con ese reportaje, entonces debemos escudriñarnos, porque podría ser
que aún no hemos tenido ese encuentro propio con Cristo. Jesús le pregunto a
los discípulos, “¿quién dicen los hombres que soy yo…y que dicen ustedes?” (Marcos
27-29 parafraseado). A veces es necesario saber que dicen los demás de
nosotros, pero aún más, que dice la familia y los hermanos en la fe. No se debe tener temor de hacer esa pregunta,
la respuesta solo te debe llevar a meditar en tu caminar con Cristo; el nivel
de tu intimidad con El.
Sin
una relación propia, íntima con el Mesías, el Salvador, el Libertador de
nuestra alma, nunca podremos llegar a la plenitud de Cristo; a ser ese varón
perfecto Dios diseño para El. La herencia cristiana no es indicación de una relación
personal con Cristo. Desea tu propia experiencia en El; anhela una intimidad
personal con tu Salvador. Entonces, podrás decir como dijeron Job y Jacob ¡ahora
te conozco cara a cara!
No comments:
Post a Comment