- “BENDICE, alma mía á Jehová; Y bendigan todas mis entrañas su
santo nombre.2 Bendice, alma mía, á Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.3 Él
es quien perdona todas tus iniquidades,El
que sana todas tus dolencias;4 El que rescata del hoyo
tu vida, El que te corona de favores y misericordias;5 El que sacia
de bien tu boca De modo que
te rejuvenezcas como el águila”
- Salmo 103:1-5 (SRV-BRG)
El
rey David entendía la necesidad de platicar de continuo a su Alma. En especial instruirla
acerca de su Creador. Cuando el Alma se olvida quien la formo, tiende enorgullecerse;
tornarse soberbia, rebelde, creyendo que Es una entidad privada, sin dueño,
buscando independizarse. David le exhorta y recuerda alabar a su Dios incesablemente,
enfatizando los beneficios de la alabanza.
Cada
persona pelea sus batallas de manera diferente. Algunas oran, otras interceden,
ayunan, hacen cilicio (despojarse de comodidades, incluso del celular), y otras
adoran. David era un adorador, por lo tanto, el usa la Alabanza y Adoración
para acercarse a Jehová su Dios, buscando ayuda y descanso.
La práctica
de hablar al Alma es sumamente importante. Debemos recordar que somos un Alma,
que vive en un Cuerpo y tiene espíritu. Ese espíritu es que le da vida (respiro
de Dios). Jesús vino a salvar Almas. Cuando el hombre fallece/muere, el
espíritu regresa a quien lo dio – a Dios. El Alma es la que se salva o pierde. El
Espíritu Santo se comunica con el hombre a través de su espíritu. Cuando el
Alma anda perdida, permanece en lucha constantemente con el espíritu para que
no se comunique con el Espíritu Santo. El estudio de la moral le llama al
espíritu del hombre Conciencia y Super Ego.
En tiempos de invierno, valle/estrechez, ansiedad, depresión, tristeza, desolación/desierto, habla a tu Alma y recuérdale quien es su Dios. Mientras estemos en este vaso de barro, que llamamos cuerpo, experimentaremos angustias y desesperación. Debemos tener como practica hablarle de nuestro Salvador Jesucristo a todo que causa estrago, sea angustia, desesperación, enojo, ira, debilidad, tentación, maledicencia, enfermedad.
Habla
a tu Alma como si hablaras a alguien que tienes en alta estima; que amas, que
valoras; que deseas el bien. Cuando sea necesario exhórtala, amonéstala, ensálzala
(cuando hace lo bueno). En 2nd Timoteo 4, Pablo le insta al joven ministro
que sea exigente, persistente, constante. De igual manera, debemos serlo con
nuestra Alma: redargüirla,
reprenderla; exhortarla con toda paciencia y doctrina (4:2). Instarla a
tiempo y fuera de tiempo (cuando este
bien y cuando este mal) para que se
administre de acuerdo con las instrucciones cristiana y pueda llegar a la
victoria de vida eterna con Jesucristo. Nunca te canses de platicar con tu Alma
y recordarle quien es Su Dios y Salvador.
“ALMA MIA ALABA A JEHOVA”
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