Thursday, June 8, 2023

El Llamado Olvidado

 14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; 15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:14-15).

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el SEÑOR se le apareció y le dijo: ―Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive en mi presencia y sé intachable (Génesis 17:1 CST).


Dios nos ha hecho varios llamados. Primeramente, nos llamó a Reconciliación por medio de Su Unigénito Hijo Jesucristo. También nos llamó a servir en Su Reino. Igualmente, a mantenernos fieles, firmes y constantes en la Fe. Sin embargo, un llamado poco mencionado y enseñado, es el de ser santos. 1 Pedro 16 claramente exhorta a la santidad: “Se santo porque Yo Soy Santo.” Hebreos 12:14 también incita a la santidad y no contagiarnos ni contaminarnos para que podamos ver al Señor. Cuando invitamos a Cristo a ser nuestro Salvador y Señor, no perdemos nuestra humanidad, al contrario, es cuando más la sentimos debido a la lucha que se inicia entre el espíritu y la carne. El Espíritu Santo de Dios ahora comienza el trabajo de santificación en nosotros, hasta llegar a la imagen de Cristo. Jesucristo logro Redención y Justificación del hombre por medio de Su sacrificio en la Cruz. Santificación es obra del Espíritu Santo y toma su tiempo. 

El Padre Celestial nos llama a la santidad. Por lo tanto, nuestro Dios espera que aceptemos el llamado, permitiendo al Espíritu Santo trabajar en nosotros. El hombre nunca podrá hacerse santo, es el trabajo del Espíritu en nosotros. Cuando tomamos la decisión de seguir a Cristo, también debemos decidir andar en santidad. Caminar en santidad y en paz con todos, es parte de la vida en Cristo (leer Romanos capítulos 6-8). El hombre en Cristo no debe andar de acuerdo a los deseos físicos y emocionales. El hombre no puede santificarse así mismo, solo el Espíritu de Dios puede santificarle, revelando todo pecado en él; toda transgresión contra el orden de Dios. El/los pecados son descubiertos en nosotros, no para juicio sino incitándonos a un arrepentimiento. Debemos entonces confesar el/los pecados para perdón. En ese proceso, iremos escalando peldaños y conocimiento de Dios, hasta llegar a ser ese varón/varona perfecto (santo) que le agrede a Dios y de honor a Jesucristo. 


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