Los
humanos tienen la facilidad de discernir el orden y de someterse fácilmente a
las ordenanzas impuestas pero no pueden distinguir la parte central de las
ordenanzas. Jesús se enfrentó con los Fariseos en este asunto cuando dijo en
Lucas 11:42“¡más ay de vosotros,
fariseos! Que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto
la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.”
Muchos dicen amar a Dios pero en realidad lo que le tienen es temor. Tienen miedo de violar sus ordenanzas y
estatutos no porque le aman sino por temor a las consecuencias que conlleva la
violación y al miedo de los juicios de Dios. La iglesia ha puesto mas énfasis
en el elemento ‘obediencia’ que en ‘relación’ con Dios. Respetan a Dios por su dominio y autoridad o
por la forma en que lo han presentado los padres o lideres eclesiásticos. Obedecer
a Dios es el orden primordial en las Escrituras. Dios siempre ha querido tener
una íntima relación con sus hijos e hijas los cuales poseen Su genética
espiritual. Dios quiere que sus hijos lo amen y lo busquen de corazón. Que le
sirvan y le adoren. No por miedo a la disciplina ni por miedo a no ser
bendecidos sino que ellos temen ofenderle o contristarle porque le aman. Ese
amor los lleva a obedecer sus mandamientos. No puede existir obediencia sin
relación.
Algunos obedecen a Dios porque saben que la
obediencia conlleva bendición y no porque aman a Dios. El Dr. Charles Stanley dice “Los cristianos a
veces ven a la obediencia como una manera de evitar las consecuencias negativas
de la desobediencia. En este caso, la
obediencia se convierte en una carga pesada. La obediencia tiene que ver con
descubrir a Dios y no por evitar las consecuencias.” Nuestra obediencia debe
ser por amor a El y no por miedo a no ser bendecidos. Aquellos que tiene una
relación íntima con Dios no quieren ofenderlo ni entristecerlo con su desobediencia. Su interés no es el de la bendición que puede
recibir por obedecer. Su interés es el del gozo de poder estar cerca de El. Cuando
obedecemos a Dios nos sentimos más cerca de El. El esclavo obedece a su amo no porque le ama,
sino por temor a la consecuencia. Así muchos obedecemos a Dios. Nuestra
obediencia debe ser motivada por nuestro amor a Jesucristo y por nuestro deseo
de agradarlo. Nuestro Creador lo que
desea, desde la fundación del mundo, es tener una relación íntima con su
creación, no que Su creación le tema y le obedezca por temor. Es muy importante
entender que la obediencia a los mandatos de Dios es fundamental en nuestra
vida cristiana. La obediencia no es más que un resultado a nuestra intimidad
con Dios. Un cristiano que no tiene una
intimidad con Dios se le hace difícil obedecerle de corazón. El caminar del
cristiano no solo debe enfocarse en obedecer
a Dios, sino también en desarrollar una íntima relación con El. Cuando solo nos
enfocamos en obedecerle, perdemos el propósito por el cual El nos ha creado. El nos ha creado para tener intimidad con
nosotros. Su perfecta voluntad es la intimidad con su creación. El miedo no
permite que veamos a Dios como un Dios de amor. El miedo hace que lo veamos
como ‘fuego consumidor’.
Debemos anhelar a Dios de corazón. Nosotros los
humanos somos buenos para enfocarnos en lo que esta a nuestra vista, en lo
obvio. El mirar y conectarnos con lo de afuera muchas veces nos envuelve de tal
manera que nos olvidamos de lo más importante, lo interno. Dios quiere que le
conozcamos internamente. El no quiere tener una relación superficial con sus
hijos. Como todo padre, Dios quiere que nos acerquemos a El con confianza, con convicción
de Su amor para con nosotros. Jesús habla de su relación con su padre en Juan
9. Jesús nos invita a tener la misma relación con El. Jesús quiere llamarnos
sus amigos y no sus siervos (Juan 15:14-15). Los siervos no saben lo que sus
jefes o sus dueños hacen pero los amigos sí. El hecho de que Jesús quiere
llamarnos amigos es una forma de desear tener una íntima relación con nosotros.
En otras palabras, si vamos más allá de obedecer y entramos en una íntima
relación con El, conoceremos realmente Su voluntad para nuestra vida. Su voluntad es la que queremos porque ella
nos encaminará a vivir en El y participar de Su plan para cambiar el mundo.
Dios quiere usarnos como instrumentos, así como usó
los discípulos de Jesucristo para llevar las buenas nuevas a las naciones en
aquellos tiempos. ¿Cómo nos va a enviar si no tenemos testimonio? El testimonio
del cristiano tiene mas poder que toda palabra. No se puede dar de lo que no se
tiene. ¿Cómo puede el predicador hablar de la importancia de acercarse a Dios
para conocerlo si primero él mismo no ha alcanzado esa cercanía?
De ninguna manera.
Dios busca usar y enviar hombres y mujeres que lo conozcan íntimamente. Hombres
y mujeres de testimonio.
Abraham es un ejemplo de lo que es tener una
relación con Dios. El era un hombre como
cualquiera de nosotros, lo único que lo hacia diferente era la íntima relación
que él tenía con Dios. El siervo de Dios le obedecía ciegamente por la relación
que existía entre ambos. Abraham llegó a conocer a Dios de tú a tú. Ellos
hablaban como amigos (Génesis 15, 17). No había secretos entre ellos. Dios le
revelaba todo a su siervo. Dios hablaba y Abraham ejecutaba inmediatamente sin
preguntar o cuestionar (Génesis 17). La intimidad entre Dios y Abraham era tan
cercana, que el siervo se atrevía pedirle a Dios señales (Génesis 15:8) sin
tener temor de que Dios se fuera a enojar. La señal más grande de la intimidad
que Abraham tenia con Dios se mira cuando Dios le pidió a Isaac en sacrificio y
el siervo no se lo negó. Abraham sabía, podemos decir que él estaba convencido,
de que Dios no le iba a quitar a su hijo Isaac, el hijo de la promesa. Esto lo
podemos deducir en la respuesta que Abraham le dio a Isaac cuando iban de
camino al monte Moriah. Isaac le preguntó por el sacrificio y Abraham le dijo
“Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío” (Génesis 22:8). Abraham
también le aseguró a los que le acompañaban que Isaac y él volverían después
del sacrificio. “Yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos
a vosotros” (Génesis 22 5b). La cercanía de Abraham con Dios le inspiraba a obedecerle. Obedecía a Dios porque le llego a conocer
íntimamente. No le obedecía porque tenía temor del juicio de El como muchos que
en la actualidad le obedecen. Sólo por temor a Sus juicios. Abraham llegó a
conocer a Dios como íntimo amigo.
El rey David, otro hombre de la Biblia que podemos
identificar que tenía intimidad con Dios. El rey David sabía que los únicos que
podían comer los panes de la proposición eran los sacerdotes. El tenía
conocimiento de que solamente los sacerdotes estaban autorizado, por Dios, a
comer el pan sagrado. Sin embargo no tuvo miedo de ingerir los mismos, ya que
esto fue permitido por el sacerdote. David obedecía a Dios y sus ordenanzas pero él
sabía que en medio de la situación en la que se encontraban él y sus hombres, no
recibiría un castigo de Dios por consumir los panes. David conoció a Dios como un Dios
de amor y misericordia. Este ejemplo nos enseña que en la intimidad con Dios no
cabe el temor.
En la intimidad es en el único lugar que logramos
conocer al Dios de amor. A Dios le agrada cuando sus hijos le quieren conocer.
En la intimidad con Dios le obedecemos en base a la relación y el sentimiento
envuelto. Cuando le obedecemos sin relación es por respeto a la autoridad que El
representa. La obediencia hacia Dios debe ser en base al amor o a la estrechez
del sentimiento que nos une a El. El obedecerlo sin relación representa temor a
las consecuencias de una desobediencia.
Algo muy importante que debemos enfatizar es que
muchas veces tenemos una íntima relación con Dios pero lamentablemente caemos
en el error de desobedecerle. Existen varios factores por lo que esto sucede.
Podemos ver el caso de Abraham y Moisés.
Dios le dio promesa de un hijo a Abraham por medio de Sara. Abraham ante
el pedido y presión de Sara durmió con Agar, la sierva de Sara. Sara quería que
ella le diera el hijo, el hijo de la
promesa dada por Dios a Abraham. Abraham presionado por Sara, desobedeció a
Dios. Hasta el día de hoy podemos ver las consecuencias de esa desobediencia.
Moisés también desobedeció a Dios. Su desobediencia no le permitió entrar a la
tierra prometida. El enojo y la ira tomaron control de Moisés lo cual hizo que
hiciera lo contrario a lo que Dios le ordenó. Ambos hombres amaron a Dios y le
sirvieron hasta el final de sus vidas.
No podemos negar que tanto Abraham como Moisés fueron
hombres de Dios que establecieron una íntima relación con El. Moisés vio la
espalda de Dios, el único entre los patriarcas. Moisés moraba bajo la presencia
de Dios todo el tiempo de su ministerio. Tanto moisés como Abraham hablaron con
Dios de tú a tú. Después de Jesucristo,
Moisés y Abraham fueron los que más se acercaron a Dios en intimidad. En los
patriarcas hubo un dolor por haber desobedecido a Dios. Hasta el último momento
de sus vidas. Abraham se arrepintió de haber desobedecido a Dios. Ese dolor que
hubo en ellos era generado por la relación íntima que existía entre ellos y
Dios. Si ellos no hubieran tenido una íntima relación con Dios, no les hubiera importado
desobedecerle. Quizás el desobedecerle hubiese traído temor en ellos por miedo
a la consecuencia. En ellos no hubo temor a la consecuencia sino tristeza por
haber contristado a Dios con sus desobediencias.
Es necesario enfatizar que aunque tengamos una
relación íntima con Dios, puede haber momentos en que le vamos a desobedecer.
Sin embargo, debemos recordar, que mientras más tiempo pasamos en la presencia
con El, conociéndole, promoviendo una relación íntima con El, el desobedecerle disminuye.
La diferencia que existe cuando amamos a Dios a cuando le tememos, es el dolor
que queda en nuestro corazon por haberle fallado.
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