"le dieron a beber vino mezclado con hiel;
pero después de probarlo, no lo quiso beber; Y al instante, uno
de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en
una caña, le dio a beber
(Mateo 27:34 y 48).
Es tiempo de meditar en nuestro proceder (tanto en lo interior como en lo exterior) cuando llega una persona en necesidad a que le ministremos. No importa quién eres o que título, credenciales posees en la congregación; cuántos años lleva ministrando la Palabra. Debes meditar en tu proceder. ¿Cuál es el motivo que te lleva a dar vinagre y hiel en vez de agua? ¿Por qué actúas de tal manera? ¿Por qué no deseas restaurar y en vez optas por juzgar y destruir? ¿Es que no tienes Agua ni Oleo para dar y ministrar? ¿De dónde surge tu proceder? Es tiempo de ponernos a cuenta con nosotros mismos y encontrarnos. El Espíritu Santo está disponible para sanar cualquier herida que nos impide ministrar Oleo al herido y dar Agua, en vez de vinagre, al que tiene sed. Hasta que no seamos sanados nosotros mismos, nunca podremos ministrar sanidad, porque no podemos dar ni ministrar lo que no tenemos. No podremos dar una palabra de aliento y paz si tenemos el alma herida llena de resentimientos, odio, rencores y falta de perdón. Como dice la Palabra, un árbol malo no puede dar frutos buenos. Estamos perdiendo la batalla contra satanás porque estamos dando de beber vinagre y hiel al que llega pidiendo agua. En el avión se nos instruye que en caso de emergencia te ponga el oxígeno tu primero y luego ayude a ponérselo al que no puede. Esto tiene mucha lógica. No podemos ayudar a otros si primero no nos ayudamos nosotros mismos. No podremos ayudar a sanar las heridas de otros sin antes sanar las nuestras primero. No podremos dar agua al que tiene sed y pide agua si no sabemos que es Agua. Siempre vamos a dar de lo que tenemos. ¿Qué tienes en tu fuente, agua, hiel, vinagre o Oleo?
En los
últimos momentos de la crucifixión a Jesús le dio sed y pidió de beber. ¿Es que
no había agua en ese tiempo que le dieron a beber, primeramente, vino mezclado
con hiel y luego vinagre? Cuando la sed del agotamiento invade es más severa
que cualquier otra sed. Jesús estaba cansado en todas las dimensiones (físicas,
espirituales, sociales, familiares); estaba deshidratado de tanto maltrato físico,
emocional y psicológico; no tenía fuerzas en su interior, estaba desgastado físicamente,
pero en esa tortura continuaba llevando la cruz. No lo permitían descansar, lo
acosaban y destripaban, escupiéndole sin piedad. Cuando finalmente llega al
monte, Sin consideración alguna, lo estripan de su vestuario y le causan aún más
fuerte dolor físico, cuando lo clavan a la cruz (sin anestesia alguna). Primeramente
le clavan las manos y luego los pies…QUE DOLOR MAS EXCRUCIANTE SUFRIO EL
MAESTRO por venir a este mundo de hombres sin piedad; hombres sanguinarios que
no merecían Su sacrificio por ellos. Nuestro Salvador sufrió una muerte
devastadora, tanto física como espiritual ya que su Padre tuvo que abandonarlo
(“Padre porque me has abandonado”) al cargar, en ese instante, con los pecados
de toda la humanidad. Después de tanto dolor lo único que pidió fue un poco de
agua para saciar la sed física, y ¿qué le dieron de beber? Abusadores, en los
momentos más doloroso le dan de beber hiel y vinagre.
¿Cuantos
cristianos están buscando un poco de agua de sus hermanos en la fe, en tiempo de su sequía, y lo que reciben es hiel
y vinagre? Sabemos de pastores que caen en pecado, y ¿qué hacemos? juzgarle en
vez de restaurarle. Le ponemos vinagre a la herida en vez de oleo. Escuchamos de
hermanos con necesidades y en vez de ayudarle le brindamos un “orare por ti
para que el Señor te provea” cuando en realidad el Señor está permitiendo que
tu sepas la necesidad para que la suplas. Es vergonzoso escuchar personas decir
que no contratan un cristiano para trabajar porque “siempre salen con la de
ellos.” En los momentos más necesitados de un hermano en la fe es cuando recibe
menos oleo de sus hermanos cristianos. Entonces
preguntamos, ¿Por qué se van los hermanos de la iglesia, y peor aún, de la fe
cristiana? Cuando preguntamos a un hermano descarriado por qué se fue de la
iglesia o dejo la fe cristiana, la mayoría comenta: “porque los cristianos son
unos hipócritas.” Casi siempre existe una necesidad el hermano tenia pero se le
ministro hiel y vinagre en tiempo de la necesidad.
Cuando
Judas traicionó a Jesús, Él no lo juzgo, solo lo miro con ojos de misericordia
deseando que cambiara el curso de su caminar y decisión. Jesús en ningún momento
le llamo traidor o ningún otro calificativo dañino. ¿Por qué entonces no
aprendemos del Maestro cuando se trata de ministrar o hablar aquel que necesita
una palabra con oleo? La Palabra claramente llama a ser paciente con los débiles
en la fe. Pero más aún exhorta a que no nos exaltemos porque alguna vez fuimos débiles
nosotros también, y “el que se cree fuerte mire que no caiga.” ¿Por qué es tan difícil
ministrar oleo al caído? ¿Por qué es tan fácil dar vinagre y hiel a uno que
tiene sed y pide de beber? ¿De dónde surgen esas malicias? Estamos perdiendo la
credibilidad de la hermandad cristiana y testificando mal de la unidad en
Cristo. Estamos perdiendo territorio y cediéndoselo a los psiquiatras y
consejeros seculares. Los hermanos no confían sus debilidades a otros hermanos
en la fe ya que temen el lazo de juicio y señalamiento de parte de aquellos que
buscan ayuda. ¿Qué triste y cuan amargo y doloroso es no poder confiar en los
de la fe?
Es tiempo de meditar en nuestro proceder (tanto en lo interior como en lo exterior) cuando llega una persona en necesidad a que le ministremos. No importa quién eres o que título, credenciales posees en la congregación; cuántos años lleva ministrando la Palabra. Debes meditar en tu proceder. ¿Cuál es el motivo que te lleva a dar vinagre y hiel en vez de agua? ¿Por qué actúas de tal manera? ¿Por qué no deseas restaurar y en vez optas por juzgar y destruir? ¿Es que no tienes Agua ni Oleo para dar y ministrar? ¿De dónde surge tu proceder? Es tiempo de ponernos a cuenta con nosotros mismos y encontrarnos. El Espíritu Santo está disponible para sanar cualquier herida que nos impide ministrar Oleo al herido y dar Agua, en vez de vinagre, al que tiene sed. Hasta que no seamos sanados nosotros mismos, nunca podremos ministrar sanidad, porque no podemos dar ni ministrar lo que no tenemos. No podremos dar una palabra de aliento y paz si tenemos el alma herida llena de resentimientos, odio, rencores y falta de perdón. Como dice la Palabra, un árbol malo no puede dar frutos buenos. Estamos perdiendo la batalla contra satanás porque estamos dando de beber vinagre y hiel al que llega pidiendo agua. En el avión se nos instruye que en caso de emergencia te ponga el oxígeno tu primero y luego ayude a ponérselo al que no puede. Esto tiene mucha lógica. No podemos ayudar a otros si primero no nos ayudamos nosotros mismos. No podremos ayudar a sanar las heridas de otros sin antes sanar las nuestras primero. No podremos dar agua al que tiene sed y pide agua si no sabemos que es Agua. Siempre vamos a dar de lo que tenemos. ¿Qué tienes en tu fuente, agua, hiel, vinagre o Oleo?
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