La
tribulación es la aflicción, pena o congoja que padece quien ha pasado o está
pasando por un evento desafortunado. La tribulación puede hacer referencia a un
sufrimiento interior, relacionado con el dolor producido por una conmoción o
por una gran angustia. Ningún ser disfruta la tribulación; es un proceso
incomodo. Lo positivo de este proceso, es que Dios, nuestro Padre Creador usa
esta oportunidad para quitar todo lo que interfiere con el conocimiento de
Cristo, evitando que crezcamos en El. Todo lo que impide que Jesús reine en
nosotros; toda dependencia de otras cosas es estripada en el proceso de la
prueba.
El libro de Santiago exalta el
gozo en medio de las pruebas. “Tened
por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que
la prueba de vuestra fe produce paciencia, y
que la paciencia tenga su perfecto
resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (1:1-4
LBLA). Cuando
entendemos el significado de los sufrimientos, y esperamos en Jehová
confiadamente, el espíritu se vivifica. Se conforta ya que entiende que al
final será para beneficio espiritual y relacional con Cristo.
Tribulación tiene diferente
sentido y valor para cada persona. Lo que atribula a uno quizás para otro es
insignificante. Por consiguiente, debemos ser cuidadoso y sensible cuando
alguien reporta sufrimientos. Una oración no contestada puede causar tormentos
a alguien, mientras que otro puede atribularse por sentirse que no entiende los
designios de Dios. La importancia y valor dada a la prueba, determina el efecto
emocional, espiritual y psicológica de esta. Por ese factor no podemos
minimizar lo que alguien reporta como dolor. Algunas personas se entristecen
cuando los hijos se van de la casa, mientras que otros disfrutan la libertad y
oportunidades esto ofrece.
Para el cristiano, las pruebas
deben asimilarse como momentos de reflexión, evaluación e información del caminar
con Cristo. Es en esos momentos, cuando somos pasados por el fuego, que
distinguiremos si en verdad creemos en La Palabra. Es donde comprendemos si en
verdad obedecemos lo que profesamos. Las Escrituras hace referencia de los momentos
de pruebas y como debe un cristiano, conocedor de Esta, reaccionar y proceder. Jesucristo,
nuestro ejemplo a seguir, oraba y hablaba con el Padre en la angustia ¿Qué haces
tú?
¿Que el cuerpo recibe con
agrado las aflicciones? Claro que no. Sin embargo, el espíritu es beneficiado. Recordemos
para que el espíritu crezca, debe morir el cuerpo con sus deseos maléficos. El cuerpo
es el Templo donde mora el Espíritu Santo, pero este debe ser dirigido, no dirigir.
Cuando el espíritu del creyente gobierna, se puede comunicar claramente con el Espíritu
de Dios. De otra manera, existiría interferencias en la comunicación. El creyente
que sabe utilizar las tribulaciones para fortalecer el espíritu es apreciado con
madurez espiritual.
¿Qué haces
tú en medio de las pruebas?
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