El Padre y Creador de TODO es El único que puede dar y quitar. El proporciona de acuerdo a la madurez, fe y voluntad; la voluntad de Él. Por lo tanto, el poder que Satanás posee es dado por Dios, y solo Él se lo puede restringir o quitar; activar o inactivar (Job 1:12; Lucas 22:31-32; Juan 19:11; 1 Reyes 22:23). Unos de los Libros de la Biblia más usado para entender este poder es el libro de Job. En su capítulo 1 versos 6-9, podemos leer y entender que aun Satán tiene que pedir permiso a Dios antes de usar el poder permitido a él por Dios. En el libro de Mateo, capitulo 4, leemos las tentaciones de Jesús (vs. 1-11). Jesús le recuerda a Satán su límite, ya que la Palabra del Padre puede desactivar las amenazas de él. Por eso es de suma importancia que nos empapemos de las Escrituras, leyendo continuamente La Palabra de Dios (La Biblia); orando en todo tiempo para no caer en tentación, y congregándonos en asambleas para fortalecernos los unos a otros. Jesús también recuerda a Pilato que él solo puede hacer lo que el Padre Celestial le permite (Juan 19:10-11). Como cristianos, debemos entender y discernir todo alrededor nuestro: ¿esta Satán actuando en nosotros permitido por Dios o porque nosotros le hemos cedido terreno?
Satán es uno de los creado por Dios, como somos todos los seres vivientes, incluyendo los Ángeles. Lucifer, también llamado Satanás (Griego) era de los ángeles que ministraban en adoración ante el Trono de Dios. Este perdió su belleza y luz cuando se rebeló contra su Creador. Ezequiel 28, Isaías 14, Mateo 4, Lucas 10, Apocalipsis (varios capítulos) narran escritos referente y relacionado con Satán. De todos estos, Apocalipsis establece el final de su reinado en la tierra y aniquilación de su poder antes del reinado del Mesías, ¡Salvador de la humanidad – Jesucristo Unigénito Hijo de Dios! 7 “Entonces hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon, 8 pero no pudieron vencer ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. 9 Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12: 1-9).
El poder de Satanás es otorgado por Dios (2 Corintios 12:7), pero la autoridad es concedida por el hombre pecador que se revela contra Jesucristo, y se niega aceptarlo como el Unigénito Hijo de Dios y Salvador del mundo en la cruz del calvario (Juan 3:35-36). Al pecar, el hombre accede autorización a Satán que obre en él (Lucas 8:32-33). Aun el cristiano, cuando peca, abre puertas al diablo y sus demonios. Satán no tiene autoridad ni poder sobre aquel que se mantiene agarrado de la Vid, aun en medio de las tentaciones y pruebas. Pero en el momento que condescendemos al pecado, y persistimos en este, somos presa del diablo. Un segundo de debilidad, nos puede convertir en botín del enemigo de nuestra alma. Sansón fue débil a la carne, y constantemente estaba cediendo a las tentaciones, y leemos como termino su vida. Este tenía un hermoso futuro en las Manos de Dios, pero cedió autoridad a Satán, y este lo consumió en su pecado y rebeldía contra Dios. Ya que sabía lo que debía y no debía de hacer. Por lo tanto, el pecado es el ingrediente determinante para que Satán tenga autoridad sobre el individuo.
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos 2:1-4).
Hermanos en la fe de Jesucristo, no descuidemos nuestra vida cristiana, mantengámonos firmes y apegados a La Vid, que es Cristo Jesús, para que no seamos presa y botín de Satán. Oremos los unos por los otros siempre para que no caigamos en tentación (1 Corintios 10:13).
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