Ahora más que nunca tenemos que cuidar nuestro testimonio como cristianos. Cuando el apóstol Pablo dijo en Gálatas 2:20: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí, él entendía que Cristo tenía que resaltar en su vida, mientras que su ‘yo’ tenía que menguar. El ‘YO’ no predominaba en la vida del apóstol Pablo después de su conversión a Cristo. Juan el Bautista dijo que era necesario que el menguara para que Cristo resaltara: “Es necesario que El crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30)- de igual manera el creyente. La Escritura nos exhorta a dejar ciertas cosas, si afecta al hermano, por amor al evangelio y a ese hermano. Estos son tiempos donde vamos a predicar más el evangelio de Jesucristo por medio de nuestro testimonio. La definición de testimonio es: ‘Lo que haces, hace tanto ruido que no me deja oír lo que dices’. Basado en esto, podemos entender que nuestra conducta como cristiano habla mucho más que nuestras propias palabras.
El cristiano que ha tomado una decisión consciente de seguir a Cristo tiene que entender que hay sacrificios añadidos a esa decisión. Jesús nos dijo que es necesario negarnos a nosotros mismo y llevar Su cruz si hemos de servirle: Y decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Jesús dejo Su Gloria al lado del Padre para venir a la tierra a morir por la humanidad, así rescatándola de la muerte eterna, y brindándole el regalo de vida eterna al lado del Él y el Padre.
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