Siempre es bueno recordar. Como dice el dicho “Recordar es vivir.” En especial cuando se trata de recordar ¡las maravillas de Dios!
Jehová siempre quiso que Su pueblo Israel recordara de donde El los saco (Éxodo). Al recordar, el pueblo tendría memoria de su Éxodo y no se olvidarían de Su Dios, ni de como El los saco de Egipto, de su esclavitud. ¡Con maravillas y prodigios los saco!
El libro de Daniel, es uno de los libros de la Biblia el cual todo cristiano debe leer y hacerlo parte de su vida. Es un libro que levanta la fe del creyente. Muestra como debemos, como creyente, andar en nuestra vida cristiana. Daniel y sus compañeros decidieron mantenerse sin contaminarse aun estando fuera de su tierra natal. En la cual ellos seguían el orden divino y sacerdotal Dios les había ordenado. Ellos no tomaron como excusa el haber sido cautivo para aceptar las ordenes del rey. Al contrario, con sabiduría e inteligencia divina, supieron mantenerse sin contaminarse.
Cuando deseamos mantenernos en santidad para nuestro Dios, Él nos ayudara dándonos la solución y salida. Solo tenemos que decidir en nuestro corazón no contaminarnos con lo que el mundo nos ofrece. Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar – ¡nunca se nos olvide eso! El usa toda artimaña y estrategias para hacernos fallarle a nuestro Salvador. Seamos fieles a nuestro Dios y Salvador. Él nos ayudara a salir con bien de todos los cautiverios, obstáculos, situaciones que podrían llevarnos a negarle o contaminarnos. Dios es el mismo de ayer, y así como libro a Sadrac, Mesac y Abed-nego del horno de fuego, también nos librara a nosotros, si tan solo decidiéramos serle fiel y no querer contaminarnos adorando a otros ídolos (todo aquello que le quita el lugar a Dios) y comiendo de las cosas del mundo.
Para aquellos que no han leído el capitulo tres (3) de Daniel, y para aquellos que se le ha olvidado, decidí añadirlo a esta reflexión:
Daniel 3
1El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos y su anchura de seis codos; la levantó en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia.
2Y el rey Nabucodonosor mandó reunir a los sátrapas, prefectos y gobernadores, los consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y todos los gobernantes de las provincias para que vinieran a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.
3Entonces se reunieron los sátrapas, prefectos y gobernadores, los consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y todos los gobernantes de las provincias para la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y todos estaban de pie delante de la estatua que Nabucodonosor había levantado.
4Y el heraldo proclamó con fuerza: Se os ordena a vosotros, pueblos, naciones y lenguas,
5que en el momento en que oigáis el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado;
6pero el que no se postre y adore, será echado inmediatamente en un horno de fuego ardiente.
7Por tanto, en el momento en que todos los pueblos oyeron el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
8Sin embargo en aquel tiempo algunos caldeos se presentaron y acusaron a los judíos.
9Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: ¡Oh rey, vive para siempre!
10Tú, oh rey, has proclamado un decreto de que todo hombre que oiga el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, se postre y adore la estatua de oro,
11y el que no se postre y adore, será echado en un horno de fuego ardiente.
12Pero hay algunos judíos a quienes has puesto sobre la administración de la provincia de Babilonia, es decir, Sadrac, Mesac y Abed-nego, y estos hombres, oh rey, no te hacen caso; no sirven a tus dioses ni adoran la estatua de oro que has levantado.
13Entonces Nabucodonosor, enojado y furioso, dio orden de traer a Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos hombres, pues, fueron conducidos ante el rey.
14Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad Sadrac, Mesac y Abed-nego que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
15¿Estáis dispuestos ahora, para que cuando oigáis el sonido del cuerno, la flauta, la lira, el arpa, el salterio, la gaita y toda clase de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adoráis, inmediatamente seréis echados en un horno de fuego ardiente; ¿y qué dios será el que os libre de mis manos?
16Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: No necesitamos darte una respuesta acerca de este asunto.
17Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará.
18Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado.
19Entonces Nabucodonosor se llenó de furor, y demudó su semblante contra Sadrac, Mesac y Abed-nego. Respondió ordenando que se calentara el horno siete veces más de lo que se acostumbraba calentar.
20Y mandó que algunos valientes guerreros de su ejército ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego, y los echaran en el horno de fuego ardiente.
21Entonces estos hombres fueron atados y arrojados con sus mantos, sus túnicas, sus gorros y sus otras ropas en el horno de fuego ardiente.
22Como la orden del rey era apremiante y el horno había sido calentado excesivamente, la llama del fuego mató a los que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego.
23Pero estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed-nego cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente.
24Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y levantándose apresuradamente preguntó a sus altos oficiales: ¿No eran tres los hombres que echamos atados en medio del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey: Ciertamente, oh rey.
25El rey respondió y dijo: ¡Mirad! Veo a cuatro hombres sueltos que se pasean en medio del fuego sin sufrir daño alguno, y el aspecto del cuarto es semejante al de un hijo de los dioses.
26Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiente y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid acá. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.
27Y los sátrapas, los prefectos, los gobernadores y los altos oficiales del rey se reunieron para ver a estos hombres, cómo el fuego no había tenido efecto alguno sobre sus cuerpos, ni el cabello de sus cabezas se había chamuscado, ni sus mantos habían sufrido daño alguno, ni aun olor del fuego había quedado en ellos.
28Habló Nabucodonosor y dijo: Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego que ha enviado a su ángel y ha librado a sus siervos que, confiando en El, desobedecieron la orden del rey y entregaron sus cuerpos antes de servir y adorar a ningún otro dios excepto a su Dios.
29Por tanto, proclamo un decreto de que todo pueblo, nación o lengua que diga blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego sea descuartizado y sus casas reducidas a escombros, ya que no hay otro dios que pueda librar de esta manera.
30Entonces el rey hizo prosperar a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.
Dios les bendiga. Espero al leer este capitulo de Daniel, sea por primera vez o no, su fe haya aumentado y su decisión de serle fiel a su Rey Jesucristo se afirme y establezca con ¡mas poder!
No comments:
Post a Comment