“…He
aquí, el sembrador salió a sembrar; 4 y al
sembrar, parte de la semilla cayó
junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. 5 Otra parte cayó en
pedregales donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó porque no tenía
profundidad de tierra; 6 pero
cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Otra parte cayó entre espinos;
y los espinos crecieron y la ahogaron. 8 Y otra
parte cayó en tierra buena y dio fruto, algunas semillas a ciento
por uno, otras a sesenta y otras a treinta. 9 El que
tiene oídos, que oiga” (Mateo 13:3-9 LBA).
Los Evangelios frecuentemente muestra a Jesús ensenando
en parábolas. Parábola, es una forma literaria que usa historias de ficción para
hacer un punto. Muchas de Sus parábolas eran como adivinanzas, diseñadas para
presentar algunas creencias los maestros de la Ley y otros estudiosos no le
daban importancia. Jesús uso parábolas para ensenar acerca del Reino de Dios;
estas eran en forma de analogías. El comparaba el Reino de Dios a cosas o
eventos usuales (Mateo 13:44-50); también usaba objetos ordinarios como semilla
y luz, sal, levadura y mostaza: “el reino del cielo puede ser comparado a alguien
que sembró buena semilla en su terreno, pero mientras todos dormían, un enemigo
vino y sembró malezas en medio del trigo…” (Mateo 13:24). Al usar estos objetos
comunes y de diaria acción (pescar, hornear, agricultura) ayudaba las personas
comunes entender el Reino de Dios. Jesús siempre interpreto Sus parábolas. Ya que
Su propósito era simplificar lo abrumador (no entendido, oculto) para ser
conocido, entendido y, por consiguiente, practicado; ya que solo se practica lo
que se entiende. Solo los arrogantes Fariseos y Escribas - maestros de La Ley
no entendían.
En el pasaje de la parábola del sembrador (Mateo
13:1-9) Jesús señala la magnífica cosecha que produce la semilla que cae en
tierra buena; el porcentaje de fruto esta puede producir. La semilla del
Evangelio está en todo aquel que ha creído en Jesucristo y Su evangelio. Jesús sembró
esta semilla del Evangelio en Sus Discípulos y estos, ha salvo por Judas Iscariote,
trataron de sembrarla en Jerusalén, Judea, Samaria y toda parte del mundo, pero
como toda semilla, algunas no cayeron en tierra buena. Por lo tanto, la semilla
del Evangelio necesita seguir siendo sembrada ¡hasta el fin del mundo! la pregunta es, ¿cuánto has sembrado y
donde has estado haciendo la siembra? ¿Con cuál de los Discípulos te comparas? Algunos
de ellos produjeron el 30%, otros el 60% y otros, como Pablo, el 100% (“por sus
frutos los conoceréis”).
Usando
el ejemplo de la semilla que cayó en tierra buena, se puede decir que existen
muchos hombres y mujeres, de nuestra era, que han dedicado su vida al
Evangelio. También existen algunos que llevan vidas compartidas con el mundo, mientras
que otros solo se cualifican creyentes. Estos últimos creen en Jesucristo y Su Evangelio,
pero no son participantes activos. Aplican el Evangelio de una manera privada y
solitaria. Oran, interceden, ayunan, leen La Palabra, asisten a los
cultos/asambleas santas, pero son desapercibidos. Estos dan frutos al 30%. Los segundos
han creído y son participantes activos en las congregaciones, pero fuera de
ello no predican. Son miembros eficaces y ayudan en el liderazgo; excelentes
para ayudar al pastoreado y las necesidades del Templo, pero no evangelizan.
Estos trabajan lindo dentro de la congregación, pero fuera de ella no le gusta
servir. Sus vidas están entrelazadas entro lo espiritual y lo social; tratan de
complacer ambos. Estos darían frutos al 60%. Ambos grupos (tercero y segundo)
son necesarios en el Reino de Dios. Sin embargo, el deseo de Ambos (Padre e
Hijo) es que Sus Discípulos den fruto al 100%. Jesús hablo del concepto de 100,
60 y 30 por ciento no para juzgar, sino para dar a entender las diferentes
cosechas que surgirían dentro del Reino. Esto nada tiene que ver con la Salvación.
Pablo
es un perfecto ejemplo de frutos al 100%. Existen sacerdotes, ministros, discípulos
y otros seguidores de Jesucristo que creen estar sirviendo al 100% solo porque están
ejerciendo el ministerio de su llamado. La Palabra menciona que “no todo los
que dicen Señor, Señor entraran en el Reino de Dios.” En el mismo tono, leemos
el relato donde se presentaron los hombres delante de Jesús, mencionando todo
lo que habían hecho, aparentemente para El, y Jesús le respondió “no os conozco”
(Mateo 7:21-23 parafraseado). Muchas veces, inconscientemente, ejercemos
ministerios no aprobado/ordenado por Dios. Con esto provocando una cosecha mínima,
ya que no ejercemos el potencial ordenado por Dios para nuestra vida. Ejemplo
de esto son aquellos Reyes que quisieron ejercer doble ministerio, el de Rey y sacerdote
(2 Crónicas 26:16-19), así afectando su real llamado y terminando en la ruina –
el que mucho abarca poco aprieta.
Dios
ha dado ministerios y ha llamado a muchos al servicio del Reino. El Espíritu
Santo revela y confirma los llamados y ministerios. Se debe estar consciente
del llamamiento para luego trabajar en la cosecha. Ojalá todos dieran el 100%,
pero de cierto es que no será así.
Después
de la revelación y confirmación del llamado, se debe esperar el tiempo perfecto
para ejercer al potencial. Esperar no es del hombre, pero es una virtud que
ayuda adquirir el potencial de Dios en él. Mientras se espera en el tiempo
perfecto de Dios, se trabaja para el Reino con entusiasmo, dedicación, esmero y
con el conocimiento de que mayores cosas se esperan. Empezar al 30% no es malo,
lo importante es procurar servir al 100% para el término de la vida. Muchos empiezan
la carrera y se quedan a medias. Otros empiezan y se desaniman y después de dar
al 60% regresan al 30%. Las situaciones de la vida, las depresiones
espirituales son algunos de los factores que afectan el resultado. Lo importante
es reanimarse y proseguir la carrera hasta llegar al final. Lo ejemplar seria
dar frutos al ciento por uno, pero lo que Jesús desea es que prosigamos a la
meta final. El Espíritu Santo siempre está dispuesto y disponible para
ayudarnos a conseguir las cosechas y frutos que nos planteemos para el Reino de
Dios. Es cuestión nuestra realizarlo. Animo hermano, prosigues
hasta la meta que te has establecido para el Reino de Dios. Todo seguidor de
Cristo tiene el potencial de dar frutos al ciento por uno, el resultado depende
de ti.
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