40 Respondiendo el otro,
le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma
condenación? 41 Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas
este ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús:
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas
23:40-42).
Muchos
de nosotros recordamos cuando decidimos recibir y aceptar a Jesucristo como Salvador
y Señor, pero quizás nos hemos olvidado cuantas veces se nos predicó a Cristo
antes de ese día. Por lo tanto, no debemos preocuparnos ni molestarnos cuando
predicamos a otros y nos rechazan de una manera u otra. Seguimos orando para
que el Espíritu Santo avive las semillas del Evangelio sembradas y plantadas en
los corazones. Lastimosamente, como el ladrón a la derecha de Jesús, muchos esperan
hasta el último suspiro de su vida para reconocer al que siempre estuvo a su
lado esperando que Le siguiera. Viviendo vidas de acuerdo a sus deseos lujuriosos
sin disfrutar, ni por un momento de su existencia, las bendiciones otorgadas
aquellos que creen y obedecen a Dios, siguiendo a Su Cristo, Jesucristo.
Jesús
le aseguro a Sus discípulos que todos aquellos que ponen sus vidas en Su mano; en
el labrado, dejando los deseos personales, incluso familia, gozaran de los
beneficios del Reino Celestial tanto en la tierra como en el cielo – la
eternidad (Mateo 19:29-30 explicado).
Cuando
conocemos al Cristo y Su amor revelado en la Cruz y somos llenos del Espíritu
Santo, empezamos a lamentar el por qué no caminamos con Jesús desde la primera
vez que se Nos dio a conocer. Exhortación es debida para aquellos que han recibido
a Jesucristo, pero aún no lo han hecho Señor de sus vidas. Estos no están gozando
de la completa plenitud del Reino Celestial en la tierra. A Jesús no solo se le
reconoce como Salvador, sino también se le da la Señoría de nuestra vida.
La Paz
que sobrepasa todo entendimiento procede del Padre, por lo tanto, se considera como
una de las bendiciones Divinas. Poder amar a nuestros enemigos, aquellos que
nos causan estragos, es un prodigio de Dios, ya que el ser humano solo desea
venganza y destrucción para aquello que le dañan deliberadamente. A veces
pensamos que los beneficios Divinos son cosas materiales, pero lejos de la
realidad. Los beneficios Celestiales más significativos que podemos considerar son
los espirituales. Tales como vivir bajo la cobertura del Padre; saber que nos
espera una mejor vida con Cristo; el Espíritu Santo con y en nosotros; acceso a
los Dones espirituales; la gran familia cristiana orando los unos por los
otros, y muchos más.
La idea
de estar en el lugar del ladrón que murió al lado de Jesús, y como desperdicio
su vida, sabiendo del Maestro y no seguirlo aterroriza. Ahora en la cruz, quizás
minutos antes de morir, recibe la revelación de quien es Jesús. Aunque Jesús le
dijo que estaría con El en el Paraíso, ya que en su último respiro le reconoció,
este vivió una vida perdida y sin frutos.
Hermano,
tu que conoces a tu Salvador, hazlo tu Señor y considera vivir seriamente y
dedicado a Él y lo que nos comandó (Marcos 16; Mateo 28) continuar.
Y tú,
que aun estas considerando hacerte santo por ti mismo antes de venir a los pies
de Cristo, decídete ya. Mucho se te ha predicado el Evangelio, y aun leyendo
este artículo no es una coincidencia. Tu nunca podrás santificarte, este es el
trabajo del Espíritu Santo. Tu deber es decir Si al llamado que Jesucristo te
hace y hacer obras de arrepentimientos, pasando hacia adelante ese Evangelio
que se te predico a ti. Jesús anda buscando enfermos, débiles, sucios, pobres
de espíritu, desahuciados, para limpiarlos, sanarlos, santificarlos y usarlos
para El, que continúen el trabajo de evangelización. Los discípulos no eran
santos, eran enfermos, leprosos del alma, hombres común y corrientes. No tenían
nada en particular, pero al venir al Maestro, los hizo Sus discípulos, les dio
vida y propósito. Estos cambiaron al mundo, hasta el día de hoy. Pero solo en
las Manos del Maestro y con la ayuda del Espíritu Santo podemos lograr lo que
los Discípulos lograron. Así que decídete por Cristo hoy, no espere el día final
de tu vida; tu último suspiro.
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