45 Y desde la hora sexta hubo oscuridad sobre
toda la tierra hasta la hora novena. 46 Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran
voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lema
sabactani? Esto es: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mateo 27:45-46(LBLA)
La Biblia documenta
que habría mucho sufrimiento en la tierra debido al pecado. Desde la caída del
hombre, la tierra, junto con él, fue sentenciada por Dios. Como el sol sale
para todos, de igual manera el padecimiento terrenal afecta a todos. Desde el
pecado de Adam, la tierra suspira su restauración. Esto no acontecerá hasta que
el Creador destruya, por completo, la Maldad. Mientras esto sucede, el dolor y
sufrimiento terrenal no cesara. Nuestro Señor Jesucristo aun siendo inocente, sufrió
la sentencia terrenal. El experimento todo padecimiento la tierra brinda, por lo
cual no es ajeno al sufrir del hombre. El vivió en su propio cuerpo, alma y espíritu
la ira del hombre y tristeza terrenal, hasta la muerte en la cruz. Pero si tendríamos la oportunidad de
preguntarle, afirmaría que lo más tormentoso que vivió fue el abandono de Su
Padre: “Eli, Eli, ¿Lema Sabactani?”
El
rey David, por un momento, sintió este abandono cuando peco. El Salmo 51
expresa la desesperación de él rogando al Padre que no lo abandonara ni le
quitara Su Santo Espíritu, “no me eches
de tu presencia y no quites de mi tu santo Espíritu” (v. 11 LBLA). El rey Saúl
sintió y vivió la diferencia de cuando Dios estaba con él y cuando lo abandono.
Cuando el Padre abandona, solo la muerte continúa. La desobediencia y pecado
tienen sus repercusiones. Tanto David con su pecado y Saúl en su desobediencia
experimentaron el abandono del Padre. La diferencia entre estos dos fue el
arrepentimiento. Uno fue genuino, el
otro manipulador.
Existen momentos donde nos sentimos
desechado o abandonado por el Padre. Donde la oscuridad y tinieblas abrazan. Momentos
donde nada ni nadie ministran el alma. La escases espiritual predomina y el deseo
de muerte física gobierna. Nada motiva ni levanta. La soledad agobia y la
tristeza es desbordante. En momentos como estos muchos abandonan la fe, otros
regresan al mundo, pero otros claman al Padre. Lo que diferencia a estos es el
nivel de relación personal tienen con el Maestro y el conocimiento de La
Palabra de Dios en su vida. Es de suma
importancia escudriñar Las Escrituras para conocer al Padre y saber que no
estamos solo. Jesús dejo al Espíritu Santo para nuestra ayuda espiritual. Jesucristo
entiende el sufrir del hombre y advirtió que íbamos a tener padecimientos, pero
que El ya había vencido, solo tenemos que permanecer en El. El mundo NUNCA tendrá
la solución a los padecimientos terrenales. Este solo ofrece felicidad momentánea,
ficticia personificada por el enemigo de Dios para engañar al hombre. Si es pecado lo que abruma, arrepiéntete de corazón,
recuerda que abogado tenemos ante el Padre, Jesucristo Hijo. Si es la desilusión
de la vida, La Biblia está repleta de promesas para los que esperan en Jehová. Si
estás en pruebas espirituales, imita a Jesucristo y clama al Padre diciendo: “Eli, Eli, ¿Lema Sabactani?”
En momentos
de tormenta corre al que entiende tu sufrir. Los de la fe te podrán juzgar de débil
o criticar tu fe. Pero hay uno que nunca jamás te hará sentir mal ni te
rechazara. El conoce el dolor y jamás te daría sal y limón sino ungüento para
que sanes y restaures.
JESÚS NO TE JUZGARA, EL ENTIENDE TU PADECER.
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